30.9.08

.sueños. .30.09.08.

Entro en la pequeña librería de segunda mano. Es pequeña, desde la entrada puede apreciarse todo el lugar y las pocas cosas que lo componen: una gran mesa central de baja altura que apenas se alza por encima de mis rodillas, y algunos libreros más aparatosos que espacios alrededor. Otra mesa, más alta, junto a la puerta, sirve para el cobro y la vigilancia del lugar, un hombre oscuro detrás de ella parece no prestar demasiada atención. Es como si alcanzara a Lili y Ariadna en un sitio lejano al que no se supone que debiera haber asistido. Ellas recorren la librería revisando cada uno de los ejemplares, como si su búsqueda tuviese que ser minuciosa y eterna. Apenas un par de personas más entran y salen rápidamente, mientras ellas no interrumpen su labor. Yo me coloco junto a la mesa central y reviso superficialmente los ejemplares desordenados sobre ella. Tengo la sensación de que todos son cuentos infantiles, burdos y viejos cuentos infantiles. Lili se acerca a mí y me dijo que vio algunos libros para mí pero que no sabe si me serán útiles. Yo les encargué algo en su búsqueda y me señala un libro maltratado con el grabado de un dragón en la portada. Lo tomo y el título me indica que se trata de monstruos medievales. Comienzo a hojearlo pero me doy cuenta de que son historias ficticias sobre diversos elementos del bestiario medieval. No, no me sirve, necesito información, no cuentos. Donde lo tomé hay otros que parecen de la misma colección, miro el siguiente que tiene el grabado oriental de un hombre en la portada. Hay algo imperfecto y siniestro en su anatomía pero no alcanzo a precisar qué. El título indica que se trata de cuentos sobre monstruos asiáticos.
Desisto en la búsqueda así que vuelvo a mirar sin mayor cuidado los demás libros, Lili y Ariadna parecen estar pagando varios ejemplares que encontraron y parecen alegres por ello. Entonces Ariadna me llama mostrándome un libro grueso de pasta dura que se encontraba en el librero junto al mostrador. Camino hasta ellas y lo tomo, es una especie de diccionarios de criaturas monstruosas de todas las partes del mundo, con diversas imágenes y un cuidado editorial más propio de un libro de artes plásticas que de un diccionario. Me parece extraño no haber escuchado antes de él. En la portada una figura grabada toda en negro sobre fondo blanco parece no alcanzar a precisar ninguna forma.
Ariadna ha pagado y se coloca junto a mí, de frente al librero que sigue al que resguardaba el diccionario. Me indica algo y sólo entonces me doy cuenta que en este segundo librero se encuentran únicamente figuras de peluche que desentonan con todo el lugar. Coloridos y felices animales se montonan entre los estantes de madera. Ariadna me señala uno que se encuentra en el último, fuera de nuestro alcance por la altura. Son dos colchones con forma de gatos rosados que se complementan formando un ying yang con sus cuerpos. Lo miro fijamente, es muy lindo pero es también muy extraño. Casi tan extraño como que a Ariadna le guste algo relacionado con gatos. Cuando me doy cuenta ya no está junto a mí. Han salido de la tienda.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "Mírame y no me toque" de Joan Manuel Serrat.

.sueños atrasados. .29.09.08.

Parece un viaje largo pero no sé a dónde nos dirigimos. Voy en un coche pequeño, sin mirar a quien conduce, y puedo notar cómo delante de nosotros una línea espacia de otros automóviles nos van guiando hacia nuestro destino. Van suficientemente lejos como para no distinguir las figuras dentro.
Avanzamos sobre la arena, junto a nosotros un cuerpo de agua parece no terminar de decidirse entre ser mar o laguna. Del otro lado un habitat tropical apenas si asoma por sobre enormes montes de arena. Mi mente va perdida, no me doy cuenta en el momento en que entramos directamente al agua. Es un retorno a mis viejas pesadillas infantiles, en que siempre caíamos al agua, el coche se hundía y, claro, pesadilla al fin y al cabo, las puertas no podían abrirse. Me asusto mirando como el agua sube alrededor del coche que no deja de avanzar, pero veo que delante de nosotros los coches se internan en la enormidad de ese cuerpo húmedo, y quien va conduciendo me dice que nada pasará. Seguimos avanzando, veo como una pequeña capa de agua comienza a entrar al coche como si mi ventana estuviera abierta y el agua apenas si alcanzara a rozarla.
Cambio de sueño como si me hubiese bajado del auto antes de entrar al agua. Me encuentro de pie en la arena, el habitat se ha vuelto una suerte de manglar enterrado en tierra, sobresaliendo azarosamente en mi camino. Avanzo, como si tuviese que llegar a alguna parte, como si me hubiese alejado y tuviera que volver. En el camino me encuentro con Eduardo, apenas viste unos boxers de playa oscuros y se une a mí en el camino sin decir nada. Su torso desnudo parece irse transformando conforme avanzamos, como si sus músculos, su piel, respondieran a designios propios más allá de su constitución anatómica. Llegamos a un pequeño descanso arenoso entre varias raíces altas de árboles tropicales. Me ayuda a subir y nos sentamos por un momento. Yo no quisiera hablar así que él comienza a hacerlo, como si estuviera contando un cuento. Me pregunta por qué no puedo perdornarlo y le digo que sencillamente no puedo, que jamás nos perdonaremos. Se abraza a sí mismo en posición fetal y comienza a llorar, pero como si el llanto fuese tan solo una vibración leve pero errática de su mismo cuerpo. No puedo verle la cara entonces y no se escuchan sollozos. Continuo mi camino dejándolo solo.
El resto del sueño transcurre en otros sitios, en calles, en lugares oscuros. Pero hasta donde puedo precisar estaba en esa playa, con el sol brillante que no alcanzaba a quemarnos. Eventualmente despierto.




En mi sueño suena "Verano traidor" de Vilma Palma e Vampiros.

28.9.08

.sueños. .28.09.08.

Nuestra casa parecía de puertas abiertas. Grande y falsa, como los muebles en exhibición de una tienda. Pasillos luminosos pero opacos, enormes y convergentes hasta nuestra habitación: una sola cama. Me encuentro con mi primo Andrés como si viviéramos juntos, tenemos unos invitados rituales, como si cada cierto tiempo se repitiera la misma dinámina. Atravesamos sitios, vamos de un lado a otro, caminamos, subimos, en el transcurrir se resumen todas las acciones: no recuerdo los espacios. A uno de ellos lo conozco, está cerca de algún modo y es como si nuestra historia estuviese incompleta. Lo miro, a veces, y él también me mira, pero no hablamos. En cierto modo lo evado y yo misma me ubico lejos.
No hay modo de medir los días ni tampoco de conocer la rutina por completo. En algún momento nos levantamos Andrés y yo, nuestras camas están unidas por los pies y dormimos como una imagen reflejada. A nuestros lados los sitios están vacíos: se han ido. Entonces me siento culpable por haber montado aquel teatro silente, miro la almohada donde él dormía y tiene algo escrito con la tinta corrida sobre la tela blanca. Pero no lo leo. Sé que volverán hasta dentro de un año y entonces siento que el tiempo se alarga y aquella premisa resulta casi imposible de alcanzar. Andrés no dice nada pero siento que me recrimina, que todos me recriminan.
Me propongo escribirle una carta y comienzo por hacer referencia a una película cuyo nombre no puedo recordar. Doy vueltas y vueltas pero si no recuerdo el nombre no hay modo en que pueda iniciar. Salgo a la calle y hay una chica muy alta y muy rubia esperándome, la alcanzo y camino a la par de ella. Nos dirigimos a un estacionamiento. Le pregunto por las películas que conoce de cierto actor que sale en la que yo busco, refiero el título de algunas que yo consigo recordar. Ella me dice que la única película que ha visto de él es una cuyo título lleva la palabra 'colmillo'. No recuerdo yo esa película, me detengo dudosa ante la puerta de su auto.
Entonces despierto.



En mi sueño suena "Casiopea" de Silvio Rodriguez.

.detalles diurnos.





















Joan da una larga calada a su tabaco oscuro. La mujer a su lado confunde el humo entre la imagen del vuelo. Yo pienso: lo aparente es una línea con pretenciones de horizonte. Un puente. La noche quisiera calentarnos los pies, pero nosotros no bebemos demasiado. Qué lejanías traemos en el cuerpo. Con qué profunda entereza nos cubrimos de la constante lluvia, hundimos los pies en lo más hondo de los charcos: el mar. Quién diría que Joan estaría ahí, a las puertas de un cine, definiendo todo con la palabra Cortazar. Quién diría que habría un sólo número, una sola llamada jamás contestada, un bar irlandés, una barra de bar amarilla. Una noche, y la siguiente. La palabra luna repetida en ruso a las afueras de una tienda cerrada.
Esa y todas las noches. Un mes también es una vida. Joan quemaba el vuelo en las colillas de sus cigarros. Sólo en los días de octubre.

26.9.08

.o tengo los ojos abiertos.






















Esperé, mucho tiempo, estar tan confundida como para no recordarlo.

.sueños. .26.09.08.

Miro la escena desde afuera. Como un cuento que estuviera mirando y escribiendo al mismo tiempo. He olvidado cómo llegaron a ese punto, pero ella lo mira, profundamente, toda de negro, él, también la mira, hay solo una calle o un abismo entre ambos. No se dicen más, es un encuentro casual y se alejan. Ella piensa en que aún podría amarlo si el bebé no hubiera muerto.
Quizá llega a alguna lugar, alejándose sobre esa calle, pero no lo recuerdo. Entonces despierto.




En mi sueño suena "Dead boy's poem" de Nightwish.

25.9.08

.sueños. .25.09.08.

En un pequeño tren a escala, de esos que suelen atravesar los parques para divertir a los niños, con sus colores llamativos y sus formas reducidas, atravieso un museo. Apenas si entro yo en un vagoncillo convertido casi en pequeña jaula. El museo luce abandonado, apenas si algunas personas se cruzan de vez en cuando en el camino y desaparecen. Por las ventanas apenas si alcanza a filtrarse un poco de luz de una tarde probablemente gris. Mayra viene conmigo, y todo parece planeado por alguna especie de deseo de su familia de ver el lugar. Los adivino en otros salones, como si nunca alcanzara a verlos realmente. Me bajo en uno de tantos cuartos, avanzo hasta llegar a una escena que es de difícil acceso y por lo cuál es poco visitada. Parece una sala de estatuas de los grandes museos pero a escala, las piezas pequeñas corresponden a juguetes viejos cuya importancia es difícil precisar. Incluso las paredes y los pasillos dan la sensación de ser más pequeños de lo debido. Ya avanzo sola, pero por momentos sigo a una familia pensando que es la de Mayra y que debo llegar con ellos hasta el final, pero jamás consigo alcanzarlos y eventualmente se pierden entre salones, que a veces parecen de casas, de edficios, de oficinas.
Salgo a un patio y parece como si una pequeña villa se concentrara ahí. Todo está dispuesto para algún evento de gala, hay muchos pequeños kioskos de techos abiertos donde se localizan mesas con decorados fastuosos, todo en tonos aperlados. Yo camino entre esas mesas, hay pocas personas sentados en ellas y los demás parecen dispersarse entre los jardines reducidos, como si no supieran a dónde dirigirse. Entonces comienza la marcha.
Todos parecen avanzar rápidamente, alejándose, yo corro con ellos y me siento como en medio de un bombardeo, de una zona de guerra de la que no alcanzo a ver la magnitud. Todos corren. Al frente del tumulto dos hombres sostienen unas enormes banderas y primero pienso que se trata, al menos una, de la bandera nacional. Pero no alcanzo a distinguirlas del todo. En mi camino me cruzo con una niña que se ha detenido en la marcha y se encuentra en el suelo llorando. La multitud también parece detenida apenas a varios metros de ella, lo suficiente como para no alcanzarla. Me detengo y le pregunto qué sucede. Ella me habla con una voz llena de años, como si ya supiera todo pero no pudiera evitar las lágrimas infantiles. Es la hija de un político muerto, de un representante de uno de los dos partidos que alzan sus banderas, y ahora las veo, ondeando juntas. Me dice que es una burla, que su padre jamás habría permitido esa alianza, que esas banderas jamás deberían juntarse. Levanto la vista y en el tumulto un solo hombre sostiene ambas banderas enormes y grita consignas inentendibles. Todo luce absurdo y yo misma no entiendo la finalidad se esa manifestación. La tomo de la mano y ella avanza como si fuera una muñeca fácilmente conducida. Trato de alzar mi voz entre todas las demás para explicar porqué están equivocados, porqué deberían detenerse, y en realidad apelo más a los sentimientos de la niña que a la propia lógica. Pero nadie escucha, en realidad hay pocas voces que suenen entre todas las demás, pero nadie escucha.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "La ciudad de la esperanza" de Panteón Rococó.

24.9.08

.fotofobia.


Se detiene a unos pasos de sus sueños, incapaz de mirarlos a la cara.

.detalles diurnos.


Kris lee las manos de María. Hay otras líneas para ella, historias más claras. María instalada en el sillón rojizo y viejo, temerosa en un apartamento que parece a punto de caerse a pedazos y que Kris trata de esconder tras fotos de revistas pegadas en la pared. Tu primer esposo morirá, María. Ah, así, a los veinte años y ya saber que, claro, el primer, primer y todo lo que eso implica, esposo ha de morir. Kris le cuenta una historia que deberá convertirse en la suya. O no. Kris busca en mis manos para contarme lo que extraño, qué claro que está en ellas. El tres es el número en las apuestas, el departamento, el boleto de las rifas. Tres amores, me dice, tres insostenibles amores, quiéres saber con cuál te quedarás. No, respondo, no quiero saberlo. El tres es el número de los cuentos, de los lunares y las primeras líneas, el número anterior a la palabra y a mí. Tres. Para Kris todas esas historias están escritas de diferentes formas.

23.9.08

.o tengo los ojos abiertos.

Iván dice: qué consciente es su inconsciente.

22.9.08

.sueños. .22.09.08.

Avanzo por un enorme y amplio pasillo de mármol blanco. Voy vestida con un amplio vestido muy elegante, como de una época Victoriana. Entro en otro pasillo, más reducido, con alfombras rojas cubriendo todo el suelo y con algunos muebles que parecen en desuso. Soy parte de una limitada nobleza pero planeo inentendibles acciones clandestinas contra la misma. Cada vez más, me muevo por pasillos más estrechos y secretos. Siempre estoy cerca, pero detrás.
Hasta que soy descubierta.
Antes de la exhibición pública de mi muerte, me presento ante mi última misa. Es una capilla pequeña, que da la sensación de encontrarse por momentos abierta al cielo. Varios otros nobles se concentran en las pequeñas y pocas bancas alrededor de mí. Yo me encuentro al frente, como recibiendo una última comunión mientras mis manos se juntan y caen frente a mí cercadas por los pesados grilletes. Mi último vestido es aperlado, como incapaz de llegar al blanco. La ceremonia es precedida por una mujer, como si el sacerdote sólo contribuyera en las partes en que es completamente necesario. Siento las miradas de todos a mis espaldas.
Cuando concluye la parte religiosa habla de un ritual previo a la muerte. Me indica que debo realizar alguna especie de danza propia del momento. Viste enteramente de blanco, demasiado blanco, y es delgada y alta y se mueve erráticamente al hablar, casi a gritos. Le explico cuán ridículo me parece someterme a cualquier cosa a esas alturas, como si no bastara con condenarme a muerte si no esperar que negara todas mis ideas anteriores cediendo ante un ridículo baile. Las personas detrás de mí parecen mover las bancas, desordenándolas y acercándose cada vez más a mí. Apoyan mis palabras aunque esto no parezca implicar que esperan que me salve. La mujer parece demasiado confundida sin saber qué hacer. Estoy consciente de que a estas alturas ya deberían haberme salvado, realmente espero la salvación, a la vez que entiendo, secretamente, que no llegará. No suena ninguna pisada a lo lejos y todos parecen callarse.
Entonces el sueño cambia.
Miro por la ventana del avión como vamos aterrizando. La pista se encuentra recortada justamente junto al mar, un mar demasiado iluminado por la luz del sol, un mar terriblemente azul y cercano. Un mar denso, enorme, más allá de sus propias dimensiones. Hablo con mi hermano, quien va sentado junto a mí y le digo cuán emocionada estoy por haber ido a Australia, aunque sólo fuera de paso. Nuestro verdadero objetivo es llegar a Londres, pero antes pasaremos un par de días en Australia. Me siento más emocionada que nunca mirando ese mar, pensando en todo lo que haremos en los pocos días. Él me dice que tenemos que tomar un camión a la ciudad donde estaremos, que la visitaremos primero y el día antes de partir pasearemos un poco por Sydney. No opino nada al respecto, el mar me tiene hipnotizada.
Finalmente bajamos del avión, hay pocos pasajeros en él. Al bajar me parece como si el avión fuera demasiado pequeño, del tamaño de un autobus. Sus compartimentos posteriores se abren como una cáscara revelando el espacio oscuro donde guardan las maletas. Mi maleta es la azul que uso en los viajes, tengo que subirme un poco para alcanzarla antes de que una mano la tome, ayudándome. Es un viejo conocido a quien no pensaba ver, con desgana nos dice que nos llevará al sitio donde nos quedaremos. Camina cargando mi maleta por delante de mi hermano y yo, atravesamos el aeropuerto que más bien parece un pequeño centro comercial. Me pregunto porqué tenía que venir, pero no le dirijo la palabra.
El sueño cambia de nuevo.
Camino por un pasillo de distintos niveles, como internándome en los arcos alrededor de algún zócalo, con cierto dejo de construcción actual. Eduardo camina conmigo, vino desde lejos para verme. Yo me encontraba encerrada, apenas si me dejan salir, pero podemos dar una vuelta ahora que ha venido. Se disculpa porque pensó que la semana pasada trabajaría pero al final no hizo nada, que si lo hubiera sabido habría venido entonces y hubieramos visto películas cada día. Le digo que no hay problema y trato de distraerme mirando alrededor, parece como si diéramos vueltas en círculo. Internamente ya sé que no seré feliz con él, pero no puedo decirle nada. Sólo caminamos.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "No voy a ser yo" de Kevin Johansen y Jorge Drexler.

21.9.08

.sueños. .21.09.08.

Avanzo por un pasillo rojo. Todo luce cerrado y las direcciones pierden sentido, avanzo en línea recta hasta que este pasillo de la vuelta sobre sí mismo y continue hacia arriba, desdoblado. Llego a una especie de patio recortado dentro del mismo pasillo. Han desaparecido las paredes y hay un salto antes de continuar, a diferente altura. Está Mónica sentada frente a una mesa, parece que hace algo. Los bordes, las mesas y las sillas son todas blancas. Hablo ligeramente con ella, pero me siento extraña. Salto a la continuación de la línea roja y hay una mujer, casi en la misma posición que Mónica, pero también con una especie de asador donde prepara unas carnes. Me habla, y parece que hablara español pero no puedo entender nada. Me da comida, un poco servido en un plato y otro poco en una bolsa de plástico, para comer luego. Luce amable, de pronto otras personas aparecen y les da más de comer y luego desaparecen por un lado u otro. Regreso con Mónica, quien continua inmersa en su labor, hablo de lo extraño que es estar en Alemania y que aquella mujer es la única que ha sido amable conmigo en todo aquel país. Alguien, junto a nosotros, vuela un papalote blanco con formas extrañas. Luego llegan también Cinthia y Dulce y se sientan en la mesa y empezamos a hablar, como si ya estuvieramos lejos y todo fuera una plática sobre el pasado.
Entonces cambia el sueño.
Voy caminando por una calle de noche. Todo luce húmedo, la calle luce enorme y apenas iluminada. No pasan los coches y se ven pocas personas, aunque de vez en cuando las luces de los locales a mi lado están encendidas aunque el lugar esté cerrado. Llego hasta un lugar donde hay varias personas, conocidos que no alcanzo a identificar del todo. Varios hablan, me hablan, pero me siento sola, no entiendo lo que dicen. En el frente entonces veo el artefacto. Es una especie de nuez metálica, con formas como de submarino, que se abre por la mitad, como una nuez. Es completamente blanco y sólo yo parezco saber lo que significa. Corro hacia él y lo mantengo cerrado, les pido ayuda y varias personas me ayudan a sostenerlo, aunque sin demasiado énfasis. Les preguntó cómo pudieron dejarlo abierto. Aunque las ventanillas no muestran nada dentro yo puedo sentirlo. Por movementos muevo todo el objeto para que se note como en la parte inferior, de tela, un cuerpo pequeño se mueve mecido por las sacudidas. Necesito cerrarlo y les pido a unos amigos detrás de mí que vayan a comprar un candado. Uno sale hacia la única tienda abierta a esas horas. Otra se acerca y comienza a tirar muchos clavos junto a mí, de todos tamaños y colores. Les preguntó para qué son y me dicen que para cerrarlo. Le digo que con clavos no se puede, le grito. Tiempo después regresa el chico que salió y me trae también clavos. Estoy harta, dejo a alguien sosteniendo el objeto, que para entonces ya muestra muchas aberturas que me preocupan. Pero salgo con otro amigo y vamos a la tienda. Caminamos como una cuadra y ahí está, encendida. Todo el lugar está lleno de herramientas, paredes enteras llenas de candados. Tomamos un par pequeños mientras él escoge otras cosas. Entonces otro chico entra, me saluda, lo veo, y me dice que vayamos a otro lado. Me voy sin que me importe mi amigo escogiendo herramientas, o siquiera regresar.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "Quién fuera" de Silvio Rodriguez.

.sueños atrasados. .18.09.08.

Una niña corre por los pasillos de mi infancia. Entre escritorios de madera oscura que para ella se vuelven un laberinto. Un cuarto sucede a otro, como si se encimaran continuamente y formaran una casa que se vuelve a construir sobre sí misma. Es muy pequeña, como de cuatro o cinco años, pero incluso su estatura es pequeñita, apenas si puede asomarse al borde de los escritorios. Vive, casi comunitariamente en esa casa, con gente tan dispar, tan sola. Las alfombras de los otros cuartos son verdes y todo luce oscuro, ella corre constantemente de un sitio a otro, como si no pudiera quedarse quieta.
Yo he venido de muy lejos para verla. La veo desde la puerta y tengo que interceptarla cuando pasa corriendo por la puerta. Me conoce, me ha visto estos últimos días. Le pregunto por su padre y me dice que no tiene. Le pregunto igualmente por su madre y responde del mismo modo. Parece poco preocupada por el hecho, como demasiado consciente. No le pregunto quién la ha estado criando. La tengo tomada por los hombros, con su ropa pequeñita, su cabello oscuro y sus ojos grandes. Le digo que por su madre no tendría que preocuparse más, porque soy yo. Que había estado lejos pero que había vuelto. Ella me mira fijamente con sus enormes ojos y comienza a llorar. Siento que todos desde los otros cuartos me miran mientras la abrazo y no decimos más.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "Menos tu vientre" de Joan Manuel Serrat.

18.9.08

.fotofobia.





















Tengo un viejo poema que inicia con: pronuncian tu nombre como quien no sabe, no sabe, pero incita a caer.
Ya no sé ni qué creerme.

17.9.08

.sueños a la siesta. .17.09.08.

Alejandra me llama por teléfono para preguntarme si no iré a clases. Le respondo que no, que no me siento con ganas. Al poco rato llaman a la puerta y voy a abrir y es ella. No sé si viene porque quiera saber cómo estoy o porque decidió de últimomento que tampoco quería ir a clases. Nos sentamos en los sillones de la sala, que son tres y son azules, platicamos. Entonces me llega un mensaje de Dulce con la misma pregunta y respondo de igual modo, al poco tiempo ella también llega y terminamos las tres sentadas sin más.
Tenemos algo más qué hacer, me dicen que ya es hora de que nos vayamos. Les digo que me esperen un momento, que tengo que ir a ver unas cosas antes. Paso por el cuarto y continuo hacia la habitación de mi hermano, que es la misma que tenía en la casa donde vivíamos cuando éramos pequeños. Le pregunto algo vanal, que quizá no viene a caso, me responde y me dice también que tome mis libros. No sé de qué libros me habla y entonces se levanta hacia el librero y me da un libro de pasta roja, con imágenes amarillas, el nombre del autor suena alemán aunque lo asocio mentalmente con Pirandello. Lo miro sorprendida y me pregunto cómo pude haber olvidado ese libro, siendo tan bueno, aunque al hojear la edición me parece completamente desconocida. Pero mi hermano insiste en que es mío. Me pregunta si ya he leído otro libro relacionado con espirales y le respondo que no, entonces saca una tomo grueso, con ese aire de bestseller norteamericano, en la portada la foto de un jardín cuyas nubes van cambiando de forma hasta formar un espiral casi morado. Me dice que es excelente, que me lo lleve, yo sólo miro el espiral y le pregunto si así se llama. Entonces el señala, más abajo, el título: "Los dos milagros".
Regreso al cuarto y les digo a las chicas que nos vayamos. Salimos a una calle que luce inglesa. Nos damos cuenta entonces que ninguna ha traído su carro y nos preguntamos qué hacer. Les digo que me parece que en la esquina hay una especie de transporte. Camino hacia una tienda cuya fachada está cubierta de ladrillos rojos y solo tiene algunas ventanas para mirar hacia el interior. Ahí venden toda clase de objetos relacionados con osos, aunque el lugar parece más un sitio de comida. Tiene un letrero que anuncia que para evitar la contaminación tienen un vehículo que sale cada cierto tiempo hacia donde los pasajeros necesiten ir. Pero el lugar luce cerrado.
Regreso con ellas justo cuando Gabriel pasa por la calle, manejando un jeep. Se detiene y nos regaña por no haber ido a clases, pero se ofrece a llevarnos a donde necesitamos. Me subo en el asiento del copiloto y ellas dos atrás, aunque de pronto también está Lili entre ellas. El viaje es confuso, entre zonas de viviendas y largos tramos de caminos verdes. Vamos platicando, algo relacionado con nuestro destino o con los libros. Pareciera que hay mucho ruido, no recuerdo las primeras partes de la conversación. Le preguntan a Gabriel por su madre, el comenta, de modo casi irónico, que sufrió un ataque al corazón. Me río y le digo que no tiene corazón por hablar así, me responde que no, que es su modo de preocuparse. Como si la solemnidad fuese algo completamente ajeno a él.
Estoy bebiendo café frío que pasamos a comprar, el me pide si puede tomar un poco y se lo doy. Al devolvérmelo le doy un sorbo y digo que le falta azúcar. Me dice que no, que el azúcar no remediará nada porque el café sabe malo, sin más.
De pronto atrás comienzan a hablar por su lado y Gabriel me dice que va a contarme una pesadilla que tuvo. Vamos atravesando una aparentemente interminable zona verde. Me dice que en su sueño iba a una posada con un hombre que conoció pero que ya está muerto. Era un hombre rubio, muy bajo. Era sencillamente un conocido pero iban juntos a una posada, casi podía imaginarme el sitio con una fachada roja y con aire claustrofóbico. Al igual que él, las demás personas en la posada eran simples conocidos o en algunos casos ni siquiera eso. La pesadilla residía ahí: una celebración con un conjunto de personas que no se importan para nada entre sí.
El mensaje de Dulce de "¿no vendrás a clase?" me despierta con un suave sensación de deja-vu.




En mi sueño suena "Hoy me dejaré" de Carlos Ann.

.sueños. .17.09.08.

Voy al restaurante donde trabaja Daniel. Tengo la sensación de que fue él quien me habló y me dijo que fuera. Llego y aunque el sol parece estar en el momento más caluroso del día, aún no han abierto. Entro y los veo acomodando las sillas, levantan los techos, moviéndolo todo. Él se encuentra poniendo las mesas, paso junto a él pero no lo saludo, pretendo que no es a él a quien voy a ver. Me acerco hasta la barra y veo al chico que se encuentra detrás de ella, como si fuese a él a quien busco pero de todos modos no le hablo, ni a él parece importarle demasiado que me encuentre allá, sencillamente mirándolo. Todo el suelo del lugar es de arena, y en lugar de encontrarse todo debajo de una única palabra, comienzan a levantarse una superposición de techos, como si todos hubieran estado replegados, se alzan a distintas alturas de distintos materiales. El más bajo de ellos pareciera haber sido la cubierta anterior del bar, en tono azul, como si lo hubiesen apenas levantado y quedara ligeramente por encima de mi cabeza. Daniel sigue sacando cosas del almacén, como si no dejaran nada en su lugar la noche anterior. Cuando pasa junto a mí me revuelve el cabello, a modo de saludo, en su presencia puedo sentir que va a decirme algo aunque yo pretenda que no me importa. Lleva su camisa rosa de The Killers.
Seguro que suceden más cosas, pero no las recuerdo, eventualmente despierto.




En mi sueño suena "No me arrepiento" de Coti.

16.9.08

.sueños. .16.09.08.

Me encuentro en el patio de mi vieja secundaria. La arena está húmeda, el día es gris. Alrededor de mí se encuentra toda mi generación, diseminada alrededor de toda la cancha. Todos vestimos de blanco.
Alguien, dirigiéndonos, nos dice que nos juntemos hacia atrás. Retrocedemos acercándonos hacia la zona de concreto, pero no entramos. Algunos tienen una especie de papiro blanco en las manos, deben juntarse con alguien más que no tenga uno y formar duplas. Al retroceder quedo cerca de Enrique, él tiene un papiro en sus manos. Nos miramos, pero entonces David se interpone entre nosotros y toma a la vez el papiro que sosteniera en sus manos. Yo no necesito participar, cuando nos avisan que el juego inicia y todos comienzan a correr yo me quedo en mi lugar, viendo como todos corren alrededor del campo. No entiendo la dinámica del juego.
Suena la alarma y el tiempo termina. Regresamos a la zona de cemento y nos formamos, pero somos los únicos allá. Entramos hacia los salones, nos sentamos como antes en los viejos escritorios de madera oscura. Me siento confundida por un momento, como si no supiera donde debo de sentarme, lo dudo mucho antes de decidirme por un lugar casi al final de una de las filas. El murmullo es extraño, claro pero demasiado suave. El profesor entra, es Víctor. Todo luce demasiado vacío. Comienza a hacer preguntas, sin más, ni siquiera estoy seguro de qué tema habla. Llama a Lourdes y ella se pone de pie, está delante de mí. Comienza a recitar la respuesta, de manera muy segura pero entonces Víctor reitera preguntas, instiga, hasta que ella comienza a dudar y sentirse atrapada. Sigue respondiendo pero está llorando. Yo la miro y miro a todos, callados, pienso en cómo han pasado tantos años y regresamos ahí y seguimos siendo unos niños.
Deben suceder muchas más cosas, pero eventualmente despierto.




En mis sueños suena "Casa sin puertas" de Fernando Delgadillo.

15.9.08

.sueños. .15.09.08.

Estoy detenida junto a unas mallas metálicas, endebles, viejas. De mi lado, una calle larga y abandonada, del otro un terreno baldío de arena y charcos. En el terreno baldío se levanta un circo improvisado, cuyas carpas oscuras y viejas apenas pueden mantenerse de pie con formas irregulares y equívocas. Los espacios se continuan unos a otros, como un laberinto de telas deterioradas. Todos lucen demasiado pequeños y de contenidos dudosos. Delante de todos ellos, sin poder adivinarse las entradas, en unas mesas metálicas se encuentran algunas personas vendiendo los boletos. Algunos de ellos son enanos. Pocas personas parecen querer acercarse y el lugar no deja de lucir abandonado. Yo entro y me acerco a una de las mesas, hay tres funciones en el día y yo compro para la más tarde. No tengo nada más qué hacer pero parece ser la mejor opción esperar hasta entonces. Compro dos boletos y salgo.
Afuera, un grupo de personas de ropas oscuras, una especie de vagabundos, se recuestan contra las mallas, sentados en el suelo, uno junto al otro. Me recuesto yo también, más cercana a la entrada del circo que a ellos, sin sentarme por completo en el suelo. Ian llega y se coloca junto a mí, de pie, como si hubiese estado ahí desde antes, como si fuese por él por quien yo me hubiese quedado. Los hombres hablan un poco del circo, de los fenómenos que se exhiben en él, de manera poco clara y que no deja adivinar lo que verdaderamente se esconde detrás de esas carpas. La tarde parece que se acerca a morir y todo tiene una sensación de arenoso, de cálido detenido. De pronto empiezan a hablar de la reina y dicen que está loca, pero la mención de ello contiene una carga semántica inentendible, una composición compleja de toda su estructura mental que no acabo a entender. Sólo puedo imaginármela, elegantemente vestida de rosa. Ian habla con ellos y cuando yo pregunto evidencio lo alejada que estoy de la conversación. Ian me dice que ya me lo había contado, que habíamos hablado de lo mismo algunos días antes, pero yo no lo recuerdo.
Entonces el sueño cambia. Estoy saliendo de la escuela y voy camino a la casa. Llevo una enorme mochila negra cuyo contenido deforma su visión normal, aunque no termina por ser pesada. El camino a la casa parece un laberinto de calles cerradas, de pasillos de restaurantes y casas que se conectan unos a otros. Todo luce alumbrado por luces beige y yo tengo una extraña prisa por llegar. El camino se va llenando de obstáculos y cada vez me cuesta más avanzar rápidamente. Llegando a un sitio con mesas metálicas y blancas un chico se pone de pie y me saluda, lo veo fijamente, sonrío un poco pero sigo de largo. Entonces escucho su voz diciendo "no sabes quien soy, ¿verdad?" y volteo de nuevo a verlo. Fijamente. No sé quién es, me dice que así he ido olvidando poco a poco a las personas que antes conocía. Como si todo mi mundo anterior se hubiese ido borrando poco a poco. Una chica llega y habla con él, parece que discuten pero se van llenando de gestos, levantando la voz, convirtiéndose en otros. Aprovecho el momento y me voy, inquieta. Llego finalmente hasta mi casa, que es la casa de mi abuela. Con su antigua puerta demasiado blanca. Entro y veo a Dulce arreglando algo. Los espacios parecen más amplios y a pesar de todos los lugares ocultos estoy segura de que es la única que está en la casa. Me dice que debemos hacer algo, algo que no recuerdo.
Más cosas suceden que olvido, entonces despierto.




En mi sueño suena "Mientras no cueste trabajo" de Melendi.

.o tengo los ojos abiertos.






















¿Y si te encuentro y ya no eres tú?

14.9.08

.sueños. .14.09.08.

En un sitio enorme, oscuro, una especie de enormes gradas curveadas se mantienen de frente a una enorme pared de concreto oscuro, como si fuera una pantalla. Por los niveles de las gradas va cayendo una capa ligera de agua, siempre en movimiento, como si fuera una enorme fuente siempre encendida. Mucha gente está sentada, mirando hacia el oscuro vacío como si pudiera adivinarse algo. Todos distanciados, vagando erráticos por el enorme lugar, ninguno cercano al otro.
Yo tengo que esperar, como si hubiera forma de medir el tiempo dentro de aquel lugar. La gente comienza a irse, uno tras uno, poco a poco, hasta que en el lugar sólo queda un anciano, en el nivel inferior, sentado entre todas sus pertenencias como si aquella fuera su casa. Yo bajo y le entrego un sobre, una carta pequeña y cuadrada, improvisada y donde la letra se lee de manera infantil. No decimos nada, él la abre apresuradamente y se dispone a leerla. Mientras él lo hace yo subo por unas escaleras en el medio de las gradas, por donde no corre el agua, hasta el último nivel. Ahí hay un cuarto, cuya puerta se baja como una persiana de metal. La abro y entro, la vuelvo a bajar. Dentro es un baño, enorme, a la izquierda el nivel desciende y el piso se vuelve completamente liso, entro ahí y hay toda especie de cosas colgadas: trozos de tela que no alcanzan a convertirse en cortina, figuras de formas extrañas, recortes, que van dando vueltas alrededor de mí mientras el agua de la ducha corre como una capa de vapor. En la zona de la derecha hay varios apartados donde se sostienen frascos y otras cosas que no detengo a ver.
Cuando me termino de bañar salgo de nuevo, supongo que ya debe ser de noche, bajo de nuevo hasta el primer nivel y el anciano ya duerme en su cama de agua. Tomo las cartas abiertas que están junto a él y camino hacia la salida, en el último nivel del extremo derecho. Abro una débil reja azul y la cierro con seguro detrás de mí. Paso por unos caminos irregulares a los pies de una especie de monte artificial hasta llegar a un camino donde me encuentro con dos hombres y una hermosa mujer vestida de negro. Les entrego las cartas, ella sonríe pero no dice nada. Y el sueño comienza de nuevo.
Es la misma escena en las gradas, la gente se va, entrego la carta y subo al baño. Al entrar siento que hay algo diferente. La puerta, cortina de metal, no puede cerrarse. Me desespero y no recuerdo cómo cerrarla, trato de tomar los trozos de tela que cuelgan y enredarla con ellos pero no funciona. Después de varios intentos encuentro el pasador en la parte inferior de la cortina y la cierro por fin. Me dispongo a bañarme pero siento que algo está mal, como si la escena se hubiera repetido tantas veces que la conociera exactamente y algo hubiera cambiado en ese momento. No puedo ver bien, entre todo lo que cuelga sobre mi cabeza y se mueve como girando a mi alrededor. Estoy tratando de no pensar en nada pero entonces volteo y encuentro, entre los trozos de tela y las figuras sin forma, varios perros muertos y colgados que giran torpemente entre los demás objetos. Perros pequeños, apenas muertos, con los ojos abiertos y mojados por el agua de la ducha. Siento como si me acercara demasiado a ellos, como si no pudiera ver nada si no a ellos. Me desmayo. Mi consciencia, que continua despierta, escucha como la mujer entra al lugar, ya ha tomado la carta por sí misma. Dice que lo habría arruinado eventualmente, que no estaba hecha para esto.
Entonces el sueño cambia.
Entramos en una casa, alrededor de ella hay un patio enorme y primaveral, de noche, no se ven más casas cercanas. Es un equipo grande, estamos filmando una serie de televisión. Los actores son únicamente un hombre y una mujer, que platican animadamente. Por dentro parece la casa de mi abuela, enorme y deshabitada. Todos se ocupan en sus labores mientras yo me mantengo ahí. Alguien me dice que cuide a la niña y entonces veo a una niña que camina hacia mí, pequeña y rubia, únicamente vestida por una camisa blanca que le queda a manera de vestido. La cargo y la escena cambia. Entramos a un cine, es una enorme sala donde sólo la primera zona está ocupada por bancas, demasiado juntas, y el resto de las personas se mantienen de pie o sentadas detrás, en un espacio abierto. Todo luce demasiado blanco, alfombrado. Estoy con una amiga y la niña, les digo que nos sentemos antes de que comience todo. Vamos hacia adelante y después una voz dirá que va a iniciar la función y todos querrán sentarse pero no habrán más sillas. Yo mencionaré lo afortunadas que somos, aunque nuestros asientos se encuentren localizados de lado y sea difícil mirar hacia la pantalla. La niña juega junto a mí y yo pienso en lo triste que es que esté muerta.
El sueño cambia de nuevo.
Caigo en una alberca, pero todo parece estar cubierto por agua, en realidad estoy en la calle. Hay varias personas que conocí hace muchos años, como si volviera a tener 15 y una de ellas, Cinthia, me dice que iremos todos a casa de alguien más. Quizá sea su cumpleaños. Le digo que sí aunque no sé si estoy dispuesta a ir. Ellos se adelantan y yo camino entre el agua hasta llegar a un restaurante, por encima del nivel del agua, construido aparentemente por trozos de madera como caña. Entro y en una mesa enorme están sentados todos mis primos. Ya lleva mucho tiempo que inició la comida y me anexo a ellos. Hay otras personas que no conozco. Somos la única mesa en el lugar, los meseros y los chefs nos miran insistentemente hasta que traen la cuenta. Es muchísimo dinero, les digo a todos que nos tocará pagar $800 a cada uno. Todos parecen sorprendidos pero van pagando, yo tengo que hacer las cuentas y cuento mil veces porque jamás parece darme la cantidad. Pedro, mi primo, me dice que los trozos de cristal verde que tenemos valen $50 cada uno. Termino por contar todos los trozos de cristal roto, grueso y verde, hasta dejar la cantidad completa sobre la mesa.
Cuando salimos ya no agua en las calles. Enfrente hay varios coches estacionados y nos vamos repartiendo en ellos. Yo me subo en la cajuela de una camioneta gris, y tengo la vaga sensación de que vamos transportando cadáveres.
Todo parece ser bastante inexacto, diferente, pero entonces despierto.




En mis sueños suena "Al respirar" de Vetusta Morla.

13.9.08

.sueños. .13.09.08.

Me encuentro en un local, un cuarto pequeño y oscuro, con pocas superficies elevadas que utilizar improvisadamente como bancos. Se encuentra ligeramente por debajo del nivel del suelo y da la impresión de estar húmedo, viejo, la única luz que se filtra entra por el espacio abierto de la entrada hacia la calle. Hay más personas, todas parecen estar de pie y estáticas, yo miro fijamente el suelo, como si leyera algo, pero no hay texto.
Una amiga junto a mí me dice entonces que mire a la televisión. Levanto la vista hacia el único aparato, sostenido en una de las esquinas del lugar, todos parecen estarlo mirando. La imagen en la pantalla ocupa toda mi visión y es como si fuera lo único que existiera. Ahí, en escenas cortadas e independientes, aparecen distintos cuerpos de mujeres bailando, moviéndose, mujeres cuyo rostro no puede verse bien. Mujeres con cuerpos pequeños, delgados, con huesos largos y desproporcionados, mujeres moviéndose torpemente obstaculizadas por su propia y extrema delgadez. Mujeres cuyos miembros se caen como si fuesen piel desprendida y que continuan danzas ridículas que pretenden ser sensuales. Mujeres sin manos, con muñones improvisados, con pechos planos como una hoja de papel, con piernas largas y débiles. No entiendo qué tengo que ver en esas mujeres, pregunto algo respecto a ellas pero nadie responde.
Ian entra entonces al local y me llama, desvío la vista para verlo a él y me dice que vayamos al cine. Acepto y salimos a la calle, una calle grisácea en un día húmedo, con pocos autos y pocas personas, una calle triste y perdida. Mientras caminamos le pregunto qué película veremos y dice un nombre como "Habitación 162". Mientras las palabras llegan a mí el título va cambiando, los números son otros, se desprenden de un número mayor que va más allá del mil, podría ser 1462, y al siguiente minuto ser otro. En el poster de la película me imagino sencillamente la imagen de una puerta.
Suceden muchas cosas más que no recuerdo. Entonces despierto.




En mi sueño suena "Una canción triste" de Enrique Bunbury.

11.9.08

.sueños. .11.09.08.

Estoy dentro de una amplia habitación, esas habitaciones enormes de casas viejas, con baldosas verdes de formas complicadas. Está vacía, además del polvo y el aire encerrado, de un lado hay una puerta y del otro se adivina apenas la salida hacia un balcón. Me baño dentro de aquella habitación, conductos de agua por el techo derivan en regaderas que la arrojan sobre mi cuerpo vestido, que luego se escapará hacia las puertas. Me ilumino sólo con la luz que logra filtrarse por la salida al exterior.
Del otro lado de la puerta está Lili, me habla aunque es poco lo que puedo entender de todo lo que dice. Le digo que pronto saldré y hablaremos, ella insiste en si me llevaré el perro a casa. Recuerdo entonces que le dije que lo pensaría, cuando ella abre la puerta y un pequeño french puddle entra rápidamente al cuarto, dando vueltas y mojando sus pies en el agua. Yo ya no estoy mojada. Lo levanto y le digo a Lili que no me gustan los perros, que mi mamá tiene asma y que no podría lidiar con él dentro de la ca. Ella parece aceptarlo sin más y caminamos juntas hacia otros lugares de la casa.
En realidad la casa es enorme, como una ciudad contenida en sí misma a través de pasillos y cuartos irregulares que van cambiando constantemente de estilo, pero que jamás dejan entrever el exterior. Caminamos mucho, atravesamos pequeños puentes, salones, patios interiores. La casa es entonces una escuela y hay una gran reunión a la cuál tengo que llegar.
En un patio interior, completamente recubierto de cemento, hay muchas personas, muchos niños y padres, y hay alguien entre todas ellas que habla fuertemente tratando de guiarnos. Intentan rezar, pero es imposible poner un orden. Los textos están en distintos formatos, cada quien sostiene folletos, libros, hojas sueltas, con distintas frases que no alcanzan a organizarse. Yo sostengo una gran hoja de periódico, toda en negro con pequeñas letras blancas con alguna oración. Lo religioso se ha confundido con otros discursos y nadie está seguro de lo que debe decirse. Yo trato de comenzar, de leer lo que dice aquel periódico pero cuando trato de enfocarlo las letras se vuelven más pequeñas, más incompletas y no entiendo las frases. La voz en alto me dice que si no sé leer, así que me detengo. Un grupo sentado frente a mí sostiene más folletos y veo entonces que tienen textos que los demás desconocen.
Dejo el lugar y vuelvo a internarme por los pasillos de la casa, me alejo, termino en una cocina, sentada en una mesa redonda de madera clara. Frente a mí hay una mujer que toma té o café en silencio. Entonces entra mi madre a la cocina y se sienta junto a ella y le dice algo en voz baja. Yo no necesito escucharlas para saber lo que están diciendo. Le pregunto a mi madre si mi abuelo ha muerto. Ella no responde nada y sólo me mira, adivino sus respuestas y siento el aire más espeso, algo golpea mi pecho. Vuelvo a adentrarme en los pasillos de la casa hasta que entro, de noche, en la habitación de mi otra abuela. El lugar parece enorme y a lo lejos sólo se vislumbra la cama, la luz clara que entra por la ventana apenas si alumbra la figura recostada en la cama. Mi abuelo, sin sábanas, sin almohadas, su cuerpo frágil acostado, extendido, en la cama. No tiene camisa y su torso luce extremadamente delgado, su respiración violenta oscila entre agigantar su pecho y pegar la piel a los huesos. Respira bruscamente, antecediendo el momento en que dejará de hacerlo. Una voz que debe ser suya pero más grave me pregunta porqué no lo toco, aunque sus labios no se mueven. Pongo mi mano extendida sobre su pecho, su piel está fría, suave, delgada, como si en cualquier momento mi mano fuese a perderse en ella como en un cuerpo de agua. Su respiración casi parece una melodía triste, siento entonces que hay muchas personas, vestidas de negro, alrededor de nosotros, que lo miran sin ojos en esos últimos momentos.
Lo miro triste, tranquila, llena de amor.
Y entonces despierto.



En mi sueño suena "I cannot look away" de Sounds Of The Blue Heart.

.sueños atrasados. .10.09.08.

Estoy dentro de una tienda, como esas pequeñas tiendas en el centro caótico de las ciudades. Es pequeña, de un sólo salón lleno de objetos. Con varios mostradores de vidrio que exhiben una mercancía indefinida y también con muchos objetos colgados de las paredes. Es de noche, y la luz que proviene de los mostradores apenas si puede iluminar parcialmente el lugar. Mi hermana está junto a mí, pero es pequeña, está buscando un muñeco que falta en su colección. Yo le digo a la señora que me atiende y está frente a mí, sin decir palabra, y ella va sacando distintos muñecos, pequeños, de plástico, como personajes cubiertos por alguna especie de protección. Va sacando decenas de ellos, poniéndolos todos desordenadamente sobre el mostrador. Mi hermana me dice que no, que todos esos colores ya los tiene, pero en realidad todos son azul oscuro. Nos vamos de la tienda.
Caminamos por calles pequeñas y oscuras, apenas iluminadas por farolas amarillas. Entramos en algunas otras tiendas, pequeñas, como cuartos a medio construir, que muestran su mercancía sosteniéndola de las paredes. Ella sigue viendo las cosas, como si buscara algo, yo solo camino con ella.
Se me hace tarde, subo a un taxi. Por la ventanilla veo el centro histórico de la ciudad como si fuera enorme y como si las calles atravesaran azarosamente los monumentos. Rodeamos la ciudad que es como si rodearamos un único edificio, demasiado grande, y vamos cruzando por otros centros, de otras ciudades, como si todas estuviesen unidas en una sola. Hasta que llegamos a Guanajuato.
Pienso en las visitas que tendremos pronto, y en lo decepcionadas que estarán de que sus recorridos sean tan breves. El centro de la ciudad parece un gran terreno bordeado por altas rejas antiguas. Dentro hay mucha gente, me bajo y entro por la enorme puerta.
Un gran número de personas se mantienen junto a la pared que está por la entrada, mientras, a varios metros de ellos, el único edificio dentro arde en llamas. Veo a mi primo Edoardo y a su hermana, nos hacemos pasar por reporteros para poder acercarnos al incendio. De ese lado hay otra multitud, pero más pequeña, que se mantiene en pie junto al edificio ardiendo pero mira de frente hacia el otro grupo de personas.
Hay otros primos, mi hermano, y otras personas que no conozco. Todos son hombres menos mi prima y yo. Hablan y tratan de explicar, vagamente, lo que pasa, pero no puedo entenderlos. Todos los hombres se quitan entonces la camisa y exhiben sus cuerpos pálidos de frente a la otra multitud, que parece atemorizada de acercase pero también de irse. El edificio, una especie de arquitectura con dejos clásicos, arde pero no se consume, las llamas sencillamente bailan tratando en vano de escapar por las puertas y ventanas. Todo se convierte en un cuadro que yo sostengo, con un marco dorado antiguo y donde, en un fondo negro, se sostiene una cabeza decapitada, por cuyos ojos y bocas también trata de escaparse un fuego que no consume.
Entonces despierto.



En mi sueño suena "Sombras de la China" de Joan Manuel Serrat.

9.9.08

.sueños. .09.09.08.

Haces posible lo imposible. Afuera el piso está cubierto de nieve pero hace calor. Pequeñas casas amarillas sobresalen de entre la profunda nieve demasiado blanca, sin un orden lógico. Camino, como buscando algo, como queriendo llegar a alguna parte y a la vez como si vagara también yo sin orden.
Las cosas vienen a mí de manera desordenada. Hay una pantalla amarilla y en ella pongo su mail, entonces sé que tu contraseña es "similar a mí". Tienes un blog que acabas de abrir y sólo tiene una imagen, de esta misma nieve y estas mismas casas amarillas, pero no se ve nadie en la foto. Parece que no dices nada, pero alguien junto a mí va a otra sección y encontramos una especie de diario indescifrable. Se divide en fragmentos que parecen poco tener que ver, algunos hablan de episodios concretos de tu vida, de textos que copias o sobre los que reflexionas, todo parece tener que ver contigo pero nada eres tú. Al final una pequeña parte personal menciona a tu nueva novia, llamada Paris, que su cumpleaños fue hace poco y, a grandes rasgos, que eres feliz.
Me alejo caminando entre la nieve, de nuevo, sin rumbo, leo en lo blanco más cosas sobre ti, escritas por ti, dirigidas a ti, como si alguien espiara constantemente tu vida y ahora fuese yo, encima de lo que eres. Hay muchas frases que se repiten, que te despojan de la información innecesaria, que te desnudan hasta volverte de nuevo tú, en el origen de las cosas. Todo se vuelve entonces demasiado blanco. Camino hacia la misma casa donde se encontraba la pantalla amarilla. Es pequeña, en medio de la nieve, ya no parece haber nadie alrededor, parece encontrarse en el último rincón posible. Dudo antes de abrir la puerta porque sé que adentro estarás tú.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "Para no olvidar" de Andrés Calamaro.

8.9.08

.sueños. .08.09.08.

Hay muchas personas hablando cerca de mí y hablándome a mí. No puedo verlas, me encuentro frente a un fondo negro y todo ocurre detrás. No entiendo lo que dicen, quizá cuentan algo pero no puedo entenderlas. Llegan cartas a mis manos que no están dirigidas a mí, como si interrumpiera una conversación ajena. Cartas con letras pequeñas y verdes, demasiado juntas. Trato de leerlas pero tampoco las entiendo. Una voz de fondo me dice que espere seis noticias. O quizá son siete.
Tal vez pasa algo más, pero entonces despierto.



En mi sueño suena "Shimmer" de Fuel.

.sueños atrasados. .07.09.08.

Es de noche en la colonia donde vivía cuando era pequeña. Nada más puedo ver los edificios cercanos a la entrada, que parecen enormes y demasiado blancos. Hay puertas de rejas blancas por todos lados, como si cada calle estuviese custodiada independientemente. No hay nadie en ninguna parte: ni en las calles, ni luces en las casas, ni guardias en las casetas, nada. Yo me mantengo cerca de la puerta, detenida sin saber porqué, cuando escucho la campana de los helados sin reparar en que ya es demasiado noche. Me siento una niña y corro hacia el hombre en el triciclo de helados, que tiene varias cubetas blancas con los distintos sabores. Le pregunto cuales tiene y los va señalando: piña, coco, melón. Ninguno me convence y le pregunto si tiene chamoy para ponerles y pienso entonces en uno de limón. Me lo sirve en el vaso pero me dice que tienen que ir por el chamoy a otro lado, que vaya con él. Abandona el triciclo y caminamos hacia la entrada de uno de los edificios, donde se encuentra estacionada una camioneta y se sube en ella. Yo me subo detrás de él pero desconfío, le pregunto a dónde vamos, por qué, si es necesario. Él parece avanzar pero al mismo tiempo parece como si el coche jamás se moviera de lugar más que unos pocos centímetros. Él sonríe, siniestramente, y le digo que me bajaré, que ya no quiero nada. Abro la puerta y seguimos delante del mismo edificio, me dice, aún sonriendo, que a eso venían todas mis preguntas, como si necesitara justificar mi miedo.
Camino un poco y frente al mismo edificio está de pie Dulce, como si me esperara desde siempre. Le cuento lo que sucedió y me dice que no pasa nada, que vayamos a casa y me toma de la mano y caminamos, pero con otro rumbo distinto. Me dice que no olvide la fiesta que habrá en casa de Jorge en la noche y entonces recuerdo. Parece todo ya dispuesto desde antes, veo la habitación desordenada y él de pie junto algún sillón oscuro, él que parece convertirse en momentos en otra persona y me hago muchas preguntas respecto a él.
Camino hacia su casa, ya sola, en el camino que dirige hacia su casa actual pero al entrar en ella es el departamento en que vivía en Salamanca. Aún no ha llegado nadie más.
Entonces un despertador ajeno suena y me despierto.



En mi sueño suena "Hoy daría yo la vida" de Corcobado.

6.9.08

.sueños. .06.09.08.

Camino por largos pasillos de madera que se sostienen en la nada. Como enormes juegos infantiles, con cruces en esferas de colores y bordeados por cuerdas débiles. Mucha gente más pasa, hacia algún lado, y yo camino sobre zonas verdes como si así pudiera ir de un país a otro, atravesando enormes distancias. Mi padre camina junto a mí, sin hablar, sin verme, a paso rápido. Yo hablo por teléfono con María y le digo que quiero verla antes de irme, ella habla animósamente sobre algo que le sucedió y su voz suena tan feliz que yo misma me siento feliz, pero al mismo tiempo no sé si podremos vernos. Tengo la sensación de que cuando llegue a mi destino entonces, irremediablemente, tendré que partir.
Sucedían muchas más cosas que se fueron borrando ante la despedida de Jessica. Y entonces despierto.




En mi sueño suena "Me llaman octubre" de Love Of Lesbian.

5.9.08

.o tengo los ojos abiertos.





















Lo dijo Fito Paez primero: Dormir contigo es estar solo dos veces.