18.12.08

.o tengo los ojos abiertos.


Siempre me dije: hasta entonces. Siempre creí que era más fácil estar lejos y yo siempre lo estaba. Del otro lado, donde no tenía que robar fotografías, encontrar portarretratos únicos, escribir las listas, preguntar las cosas. Donde las cosas eran y no importaba porque yo qué más da.
Estaba equivocada, como siempre. Pero ya no había arriba ni abajo.

Irse no es alejarse. Volver no es alejarse.






Os dejo aquí algunas cosas. Para cuando me toque volver.

15.12.08

.fotofobia.


¿Qué tal si mi inconsciente tiene razón y no amanezco? Qué tal si compro siempre los libros equivocados y hago mal al referirme a él por su art nouveau. Qué tal si me detuve en un momento y tras tantos años no he vuelto nunca a emprender la marcha. Qué tal si las excusas de regadera no son las verdaderas o si las manos que me pides no son las de ayer si no las de mañana. Qué tal si al final descubres que las crisis soy yo, que los dolores de cabeza soy yo, que los poemas mal escritos soy yo.

13.12.08

.sueños atrasados. .16.12.08.

Voy por un largo puente en bicicleta. Es angosto y pareciera que apenas entro yo, salgo de una isla para dirigirme a otra pero apenas miro a la distancia las manchas verdes de su espesa vegetación. El mar enorme y llano y sin olas es también una enorme mancha azul inamovible a la vez que inquieta. Voy en busca de algo, como si necesitara llamar a alguien o dar aviso de algo, pero tengo la sensación de que hace mucho tiempo que no recorro esos caminos y no me siento confiada en no perderme, pero continuo andando. De pronto hay una bifurcación que no recordaba, aunque tampoco me extraña demasiado, sin detenerme y sin reducir la velocidad me voy por el lado derecho del camino. Conforme avanzo me doy cuenta de que mientras mi rumbo se va torciendo, casi como si quisiera regresar sobre sus pasos el propio puente y devolverse a la isla, el otro continua recto hasta el sitio donde en realidad yo quería llegar. Sin embargo no me detengo, continuo, hasta que siento como si el camino del puente se hubiera vuelto una leve corriente de agua sobre la que avanzo y tengo que entonces detenerme justo en el momento en que el puente se termina, roto en medio de las aguas. A lo lejor miro otra parte de la isla de la que vengo, una parte que sabía existía pero no podía recordar. Hay como una entrada de agua particular que se cierra entre la arena, extensa arena, donde el agua se asienta en tonos purpúreos y hermosos. La arena se ve más clara y suave que nunca, y un pequeño grupo de personas nada felizmente en la zona marítima restringida. Hay unas pequeñas cabañas a lo lejos.
Me recrimino por haber olvidado aquel paraje, por no haber regresado. Pienso en que después podré darme una vuelta por allá, llevar a algunas visitas que me persiguen como fantasmas sobre el hombro. Pero ahora no, ahora tengo que llegar a algún lado.
El sueño cambia y yo voy viajando en un helicóptero. Dentro de él, la parte de atrás es una especie de habitación metálica donde yo y otras cinco personas permanecemos de pie en espera que aterricemos. Parece como si las compuertas estuvieran abiertas y el viento meciera nuestros cabellos desordenadamente. Hablamos pero no hay coherencia en nuestra conversación, todos tratan de explicar lo que hacen como si se lo repitieran a ellos mismos. Como si eso lo validara de algún modo. Yo me digo que tengo que buscar a alguien, llegar al otro lado, transmitir o buscar un mensaje. Volteo a mirar por la ventana y veo el mar de frente, justo del otro lado de la ventana. El choque es suave, como si nos adentráramos voluntariamente en el mar. El vuelo errático del helicóptero se había desviado al punto en que terminamos adentrados en el mar. Como si las puertas estuvieran abiertas nado rápidamente hacia la superficie para descubrir que estoy cerca de la orilla y salgo.
Es una pequeña población, apenas de unas pocas casas, con gente caminando de un lado a otro como si hubiera alguna distinción entre aquellos bordes de arena. Me siento en la orilla, mirando hacia las esquinas rotas de los puentes, pensando en el metal roto del helicóptero. Pienso en cómo recuperar el tiempo que he perdido ahora así, varada en un punto inconexo. Entonces recuerdo mi equipaje, mis cosas que ahora se encuentran en el fondo del mar como un triste tesoro contemporáneo. Lo único que me preocupa en ese momento son mis números telefónicos irrecuperables, como si la comunicación también hubiera sido interrumpida en ese punto.
Siento un dolor en mi brazo, como una herida punzante, me volteo y miro que el agijón que sobresale de una caracola se ha clavado en mi palma. La herida duele pero no sangre, arranco violentamente el caracol con mi mano libre y siento un último tirón de la herida. El agijón queda separado de la caracola, como si no hubiera ningún animal detrás, simplemente ese brazo tratando de alcanzar algo. Al arrojar la caracola siento como si no pudiera caminar y me voy hacia adelante, me apoyo en la arena y siento de nuevo otras punzadas, otras heridas en mi cuerpo. Como si tuviera que deshacerme de muchos caracoles y entonces veo que hay por toda la playa. Inmóviles, con la extensión rojiza por fuera como un aviso claro de sus intenciones. Siento que hay alguien junto a mí que también se quita los agijones, yo hago lo mismo y me pongo de pie antes de que suceda de nuevo y avanzo por la playa.
Entonces llego a un armario de madera, pequeño con paredes blancas y la puerta con mirillas. Detenido en medio de la nada, de cara al mar, a unos cuantos metros y abro la puerta. Dentro está Abril, recostada en el fondo. Luce pequeña, como si estuviera dormida y se sintiera incómoda de verme ahí. Le digo que no estamos seguras ahí, que hay muchas amenazas en esa playa. Ella me dice que no es así, que me quede dentro del armario, que ahí estaremos seguras por la noche. Ya ha comenzado a atardecer desde hace algún rato y temo a cuando todo esté oscuro, entro. Una vez dentro siento como si el armario fuera enorme y entonces volviera a empequeñecerse en un segundo. Ella se acusta en el suelo, encogida, dejando un espacio más hacia el fondo, chocando con la pared final. Paso por encima de ella y me acuesto a su lado. Siento como si mi cuerpo fuera enorme y estorboso en comparación al de ella, que se acuesta dándome la espalda, como si mirara a través de las rendijas cómo el atardecer se va ocultando. Ella se cubre apenas con una delgada sábana azul pálido que tiene algunos insectos pequeños caminando por encima de ella. Sacudo la sábana y empujo todo lo que pudiera entrar por debajo de la puerta hasta que queden fuera del armario. Nos cubro a ambas con esa manta pero temo entonces que cuando la luz se vaya por completo muchos más insectos entrarán a caminar sobre nosotras.
El sueño cambia, como si despertara a la mañana siguiente, escucho fuera que mi padre grita mi nombre. Salgo del armario y estoy dentro de un cuarto de hotel, como si hubiéramos estado de vacaciones todo este tiempo y él me estuviera buscando tras una noche que pasé fuera. El cuarto luce como de un modesto hotel de playa. Blanco, con muebles de mimbre. Dos mujeres mayores vestidas de blanco, que son sus hermanas, parecen recoger todo. Estamos a punto de irnos pero yo tengo la sensación de que aún no he hecho lo que iba a hacer ahí.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "Desnuda en el Pacífico" de Corcobado.

.sueños atrasados. .06.12.08.

Me llegaba un mail de Esther. Una especie de mensaje comunitario dirigido a decenas más de personas con una especie de ensayo casual y espontáneo en el que presentaba una serie de reflexiones sobre la influencia del azucar en distintos grupos musicales. No puedo leer el mensaje concretamente, solo puedo mirar la pantalla demasiado blanca.




En mis sueños suena "Real sugar" de Roxette.

8.12.08

.para no olvidar.


me gusta tu cuaderno y no el mío
sucio y desprolijo
ráfagas de nada
necesito mucho tiempo
de horas destilladas
para recuperar el habla

quiero tu cuaderno donde vi
mi nombre escrito
el mismo día que desapareció
juro que no fui yo
quien te lo robó
alguien me ganó

y al ver como te vas
subiendo la escalera cuando aplauden al final
quisiera que estuvieras por completo
pensando en todo esto y nada más
y en nada más

me gusta tu cuaderno y no el mío
sucio y desprolijo
ráfagas de nada
necesito mucho tiempo
de horas destilladas
para recuperar el habla
para recuperarme

y al ver como te vas
subiendo la escalera cuando aplauden al final
quisiera que estuvieras por completo
pensando en todo esto y nada más
y en nada más




[Rosario Bléfari]

6.12.08

.sueños. .06.12.08.

La superficie llana parece abarcar hasta donde alcanza la vista, aunque yo siento como si a lo lejos estuviera el mar. Fuimos de visita a casa de un primo pero yo siento como si todo el viaje estuviera lleno de engaños. Escucho la voz de mi tía dándome indicaciones y entonces yo caigo por un agujero en la tierra y me adentro en un entramado mecánico sin nada establecido. Caigo, llego hasta distintas habitaciones, trato de bañarme en una pequeña cubeta metálica que se sotiene en medio de la nada. Hay luces junto a las rocas, hay pasillos cubiertos por telas. De pronto estoy sentada en una mesa y hablamos de la muerte de alguien, la muerte imaginaria de alguien pero entonces la certeza de la muerte, como concepto absoluto cae sobre todo nosotros y no podemos bromear más. Tocamos madera, sólo mi primo y yo, somos los únicos que hablamos. Pero él luce más joven, viste de colores claros. Estamos de nuevo perdidos en su casa subterránea, pero no sé a qué altura. En otra habitación mi tía vuelve a decirme algo que no entiendo, junto a la pared camina María como si ya tuviera un par de años, con un traje morado que la abriga como si hubiera demasiado frío. Yo sigo escuchando agua que cae en algún lado, todo luce oscuro pero aún no es de noche, como una capa azul sobre todo lo que veo.
Más cosas suceden, antes y después, que no puedo recordar. Eventualmente despierto.




En mi sueño suena "Antes" de Jorge Drexler.

.sueños atrasados. .05.12.08.

Apenas acabo de despertar y camino por el departamento buscando algo. El lugar luce mucho más amplio y lleno de cosas que lo normal. Entro al cuarto y me encuentro con Karla, quien parece estar trabajando en una especia de proyecto. Luce también mayor, como si fuera de mi edad. Me dice que encontró un regalo ideal para que le dé a Eduardo. Abre una especie de acordeón de papel en azul, donde se ven recortadas siluetas de hombres y en letras blancas dice 'mi siguiente marido'. Le digo que es una idea curiosa y continuo con mi búsqueda, ella va rumbo a la sala.
Cuando entro a la sala veo a Sergio y a una amiga de Karla desayunando, como si fuera un departamento comunal. Les digo que ya estoy lista y todos bajamos.
Vamos en el coche de la chica, ella maneja y yo voy de copiloto. Detrás van Sergio y Karla. El coche es pequeño y azul, avanzamos por la ciudad como si fuera todo de juguete. Los edificios lucen enormes y con miles de pequeñas ventanas, todo brilla mucho y no hay calles establecidas si no el espacio entre un edificio y otro. Karla me dice que tienen que buscar una pantera de peluche para el proyecto que están terminando. Les digo que no tengo prisa y espero mientras pasan junto a edificios cuya planta inferior son sólo escaparates muy brillantes pero con pocas cosas. Llevo puestos unos shorts beige y unas sandalias y pienso que tendré mucho frío dentro de poco, o que quizá llueve, que fue una mala elección. Subo los pies sobre la parte delantera del coche, quebrándome completamente mientras trato de abrir un paquete de los muppets que me regalaron.
Nos detenemos frente a un edificio y Karla baja, la tienda está en el segundo piso y tenemos que esperar a que vaya a ver si encuentran lo que necesitan. Consigo abrir el paquete y dentro hay una rodillera con la imagen de la rana René y de Peggy. Luce plástica y estrecha. Sergio me dice que no me atrevería a usarla y le digo que por eso me puse shorts. Me cuesta trabajo ponerla en mi rodilla izquierda y cuando finalmente lo logro Karla regresa al coche, aunque no queda muy claro si consiguió la pantera o no. Miro la rodillera y ya no me parece que luzca bien, y pienso si la elección de ropa fue la adecuada.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "Manamana" de The Muppets Show.

.destello de sueños. .04.12.08.

Avanzamos por las calles cercanas a su casa, como si buscáramos algo. Parece una salida informal y apenas si hablamos entre nosotros. Aunque escucho atrás de mí la voz de Alejandra, aunque no sé con quién habla. Voy casi al frente y él junto a mí, sin que me de cuenta me toma de la mano, como si ambas manos tomadas fueran agua de los charcos bajo nosotros. Noto la mirada de Alejandra sobre mí pero no me suelto, en ese momento no me importa. Casi llegamos a la avenida.




En mi sueño suena "Radio actividad radial" de Andrés Calamaro.

.sueños atrasados. .04.12.08.

No estoy segura de cómo llegué aquí. Me muevo silenciosamente por los pasillos o por el entramado exterior del edificio. Nadie debe verme. No sé si sea porque me encuentro fuera de la habitación que me asignaron y debiera estar encerrada como todas las demás mujeres, o si ni siquiera debería estar aquí.
La agitación que se escucha dentro del edificio es sorda, como si quien me persiguiera también lo hiciera silenciosamente, sin ser visto. Hay más gente conmigo pero no puedo verlas, sólo intuyo que avanzan a la par que yo.
Entro por una ventana y las demás ya están dentro, pegadas a la pared como si pudieran perderse dentro de ella. Cierro la puerta con seguro y la mujer cautiva me mira sin comprender lo que sucede. Es muy alta, de cabello claro y vestida de vaquera. La empujo y cae de espaldas sobre la cama, sin tratar de levantarse. Las demás rodean la cama y yo salto sobre ella. Quiero hacerle daño, quiero arrancarle las capas. Se mueve como si fuera una muñeca, torpemente, sin cambiar el gesto. Su cuerpo se va hinchando, como si fuera plástico, siento sus ropas como si fueran una membrana cubriéndola apenas, sus venas resaltan bajo su piel traslúcida como si fueran a reventar. Quiero arrancarle la ropa pero siento como si quitara una funda tras otra que terminan atoradas en sus botas ajustadas. No cambia el gesto, la sonrisa idiota. Estoy confundida y no sé qué hacer, las demás sólo miran, no dicen nada.
Tocan a la puerta, una vez, se dan cuenta de que está cerrada. Nos han descubierto, no espero a que las demás hagan nada más y salgo por la ventana. Fuera me sostengo de una cuerda, miro el balcón que une a todas las ventanas de ese pasillo y su conformación extraña, como si fuera una cápsula, incapaz de sostener a nadie. Avanzo hasta la última ventana y entro, pero caigo dentro del cuarto. Al levantar la vista veo a una mujer de pie frente a mí, una mujer hindú con una elegante bata verde. Está descalza, no puedo ver su rostro, sólo alcanzo a ver sus pies y su cuerpo elevándose hasta donde no alcanza mi vista. Me mira queda, sin decir nada, sin alarmarse ni preguntarse nada. Me pongo en pie y salgo del cuarto, veo por el pasillo que ya han entrado al cuarto de la vaquera. Corro en dirección contraria hasta que ya no hay más luz para alumbrarme.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "Princesa" de Joaquín Sabina.

.sueños atrasados. .03.12.08.

Jessica había ido a visitarme, sentí que ambas nos encontrábamos demasiado lejos. Estaba sentada en el primer piso de un restaurante, en un pasillo estrecho y hacia el final se escuchaba el sonido de un tren como si pasara justo junto a nosotros. Estaba sentada en una mesa con varios hombres, no hablaba, apenas si los conocía de vista y sentía que estaba ahí por Jessica, pero Jessica no estaba.
Uno de ellos me miraba cada cierto tiempo, me hacía preguntas y trataba de incluirme en la conversación, pero eso me hacía sentir incómoda. Me preguntaba si ya lo conocía, o el por qué de su interés.
Siento que ha transcurrido demasiado tiempo y me voy, los dejo ahí sentados y me doy cuenta que es la única mesa que continua ocupada, no hay nadie más. Camino y llego hasta una especie de catacumbas, aunque en realidad se trata del metro. Pero todo luce derruido, de cemento tosco, sin pintar. Avanzo por un pasillo pero miro a lo lejos varios túneles por donde podría avanzar, varios pilares que apenas si sostienen el peso sobre mi cabeza. Escucho al metro pasando como si pasara junto a mí, detrás de mí, sin que yo pudiera verlo. Camino sin saber hacia dónde me dirijo hasta que llega un hombre muy alto y me toma de la mano, me dice que tenemos que avanzar. Avanzamos rápidamente pero siento como si flotara un poco por encima del suelo, él sigue jalándome de la mano y aunque va frente a mí siento que siempre estoy viendo sus ojos. El metro pasa frente a nosotros, sin detenerse, violentamente, todo parece suspendido hasta quedar en una imagen congelada. Ya sé cuál es la película, le digo, ya la he visto antes. Y todo se detiene, él me mira triste porque sabe que lo he descubierto, yo me pregunto cómo no lo había recordado antes.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "Cine de verano" de Corcobado.

.sueños atrasados. .02.12.08.

Miro por sobre el hombro de otro personaje. No estoy yo en el sueño. Estamos en la colonia de mi infancia, las casas lucen limpias pero como si estuvieran abandonadas, o como si todos estuvieran escondidos muy dentro de ellas, ajenos todos a las calles. Nos detenemos frente a la casa de mi infancia, abandonada. Dentro debe comenzar el juego y todos han aceptado entrar, menos la mujer que soy yo. No tiene idea a qué han ido y nadie le ha avisado hasta encontrarse en la puerta. Todo parece normal, pero dentro la casa es profunda y húmeda. Dentro hay un cocodrilo y todos se juegan la vida viendo quién puede escapar. Ella no quiere jugar, ha sobrevivido ya al ataque de un cocodrilo y no quiere arriesgarse de nuevo. Nadie parece insistir pero en el fondo esperan que se quede. Ella sale corriendo y los demás sólo la miran.
Yo quiero despertar. Ella recorre las calles de la colonia buscando a alguien, o un sitio donde refugiarse. Pero no hay nada. Camina y es como si diera vueltas en círculo. El sol brilla demasiado, el día luce muy cálido aunque parece que pronto se avecina la tarde.
Se detiene frente al número 17 de una calle perpendicular, el frente está poblado de plantas y las puertas y ventajas cubiertas por rejas blancas. Mira de frente la casa cuando escucha que alguien le habla. Voltea y ve a uno de los chicos con los que fue. Le dice que fue detrás de ella, aunque no quedan muy claras sus intenciones. Ella pregunta si dejó la puerta abierta y él dice que sí, como si no supiera lo que ello significa. Ella comienza a sentir al reptil por todos lados, como si lo escuchara moviéndose por las calles. Como si ella fuera la colonia, la ciudad, y el cocodrilo la recorriera lento, esquivo.
Mira las rejas de las ventanas altas y piensa que si tan solo pudiera alcanzarlas. Salta y queda colgada de ellas, pero es imposible entrar por las ventanas. El chico en la calle vuelve a repetir que fue a buscarla. Escucha ella un rugido de fondo y cuando baja la vista ve un perro blanco mirando al chico. Luce tranquilo y no es muy grande, pero ella sabe que tiene al cocodrilo por dentro y que está dispuesto a saltar en cualquier momento.
Ella quiere despertar, yo quiero despertar, y entonces despierto.





En mi sueño suena "Sozinho" de Caetano Veloso.

2.12.08

.o tengo los ojos abiertos.


Nos queda el cansancio crónico como la excusa de siempre, el coctel de frutas sin papaya, el letrero de McDonalds como muérdago inoportuno, la tienda de películas que nunca está en la calle correcta, la esquina del primer hotel, la terrible sopa del día, tres mil segundos menos, Olivia y todos los malabares de sus circos, libros de lugares a los que nunca iremos, cajas que debían llevarme en otras direcciones, el eco del grito de los pavorreales, los hombres que se caen con sus martillos, heridas profundas que no podemos suturar sin romper los vasos, palabras encadenadas en nuestras tardes. Nos quedan las preguntas sobre la mesa. Lo cotidiano, lo esperado inesperado, el te veré mañana con helado. Antes de que se termine el día.

.detalles diurnos.


Se había encogido miniatura hasta encerrarse en una caja. Por la ranura asomaban sus deliciosas piernitas envenenadas. Toda ella en diminutivo: engañosa. Él habría querido recorrer sus rincones, dejar que el humo de aquel cigarro infinito penetrara en sus pequeños ángulos, que la acumulación de lluvia los llevara juntos a un ayer. Cualquiera. Eran sus obsesiones, se repetían en silencio, confusos, sin saber cómo interpretar esa paranoia de conocerse. A secas, de un lado de la mesa a otro, sin pasar la sal cuando fuera necesario. Sopa de arroz, impensable. La chica soap opera decía: no eres tú. La chica soap opera decía: quédate. Si alguien iba a escucharla tendría que ser él, pero la mujer caja se confiaba en su mal oído, en sus ridículas heridas, en el arroyo sangre que caía desde su dedo. Benedetti y la sangre, sin confesarlo, porque nadie debía saber ahí que leía a Benedetti. Cuestiones de honor, menudas y sin significado. Al final ella tiene un juego de sandalias nuevas y él la edad en suma de todas sus infancias. El cigarro se queda a la mitad, hay que cerrar ciertas puertas.