Se había encogido miniatura hasta encerrarse en una caja. Por la ranura asomaban sus deliciosas piernitas envenenadas. Toda ella en diminutivo: engañosa. Él habría querido recorrer sus rincones, dejar que el humo de aquel cigarro infinito penetrara en sus pequeños ángulos, que la acumulación de lluvia los llevara juntos a un ayer. Cualquiera. Eran sus obsesiones, se repetían en silencio, confusos, sin saber cómo interpretar esa paranoia de conocerse. A secas, de un lado de la mesa a otro, sin pasar la sal cuando fuera necesario. Sopa de arroz, impensable. La chica soap opera decía: no eres tú. La chica soap opera decía: quédate. Si alguien iba a escucharla tendría que ser él, pero la mujer caja se confiaba en su mal oído, en sus ridículas heridas, en el arroyo sangre que caía desde su dedo. Benedetti y la sangre, sin confesarlo, porque nadie debía saber ahí que leía a Benedetti. Cuestiones de honor, menudas y sin significado. Al final ella tiene un juego de sandalias nuevas y él la edad en suma de todas sus infancias. El cigarro se queda a la mitad, hay que cerrar ciertas puertas.
2.12.08
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4 comentarios:
O abrirlas a patadas y leer a Benedetti tantas veces como haga falta.
Miau
Se había encogido miniatura hasta encerrarse en una caja.
besos sin inspiración :/
El pasado siempre vuelve.Cuando has dejado de esperarle.
Todo lo bien hecho vuelve ahora.
Un Saludo y hasta la próxima
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