17.9.08

.sueños a la siesta. .17.09.08.

Alejandra me llama por teléfono para preguntarme si no iré a clases. Le respondo que no, que no me siento con ganas. Al poco rato llaman a la puerta y voy a abrir y es ella. No sé si viene porque quiera saber cómo estoy o porque decidió de últimomento que tampoco quería ir a clases. Nos sentamos en los sillones de la sala, que son tres y son azules, platicamos. Entonces me llega un mensaje de Dulce con la misma pregunta y respondo de igual modo, al poco tiempo ella también llega y terminamos las tres sentadas sin más.
Tenemos algo más qué hacer, me dicen que ya es hora de que nos vayamos. Les digo que me esperen un momento, que tengo que ir a ver unas cosas antes. Paso por el cuarto y continuo hacia la habitación de mi hermano, que es la misma que tenía en la casa donde vivíamos cuando éramos pequeños. Le pregunto algo vanal, que quizá no viene a caso, me responde y me dice también que tome mis libros. No sé de qué libros me habla y entonces se levanta hacia el librero y me da un libro de pasta roja, con imágenes amarillas, el nombre del autor suena alemán aunque lo asocio mentalmente con Pirandello. Lo miro sorprendida y me pregunto cómo pude haber olvidado ese libro, siendo tan bueno, aunque al hojear la edición me parece completamente desconocida. Pero mi hermano insiste en que es mío. Me pregunta si ya he leído otro libro relacionado con espirales y le respondo que no, entonces saca una tomo grueso, con ese aire de bestseller norteamericano, en la portada la foto de un jardín cuyas nubes van cambiando de forma hasta formar un espiral casi morado. Me dice que es excelente, que me lo lleve, yo sólo miro el espiral y le pregunto si así se llama. Entonces el señala, más abajo, el título: "Los dos milagros".
Regreso al cuarto y les digo a las chicas que nos vayamos. Salimos a una calle que luce inglesa. Nos damos cuenta entonces que ninguna ha traído su carro y nos preguntamos qué hacer. Les digo que me parece que en la esquina hay una especie de transporte. Camino hacia una tienda cuya fachada está cubierta de ladrillos rojos y solo tiene algunas ventanas para mirar hacia el interior. Ahí venden toda clase de objetos relacionados con osos, aunque el lugar parece más un sitio de comida. Tiene un letrero que anuncia que para evitar la contaminación tienen un vehículo que sale cada cierto tiempo hacia donde los pasajeros necesiten ir. Pero el lugar luce cerrado.
Regreso con ellas justo cuando Gabriel pasa por la calle, manejando un jeep. Se detiene y nos regaña por no haber ido a clases, pero se ofrece a llevarnos a donde necesitamos. Me subo en el asiento del copiloto y ellas dos atrás, aunque de pronto también está Lili entre ellas. El viaje es confuso, entre zonas de viviendas y largos tramos de caminos verdes. Vamos platicando, algo relacionado con nuestro destino o con los libros. Pareciera que hay mucho ruido, no recuerdo las primeras partes de la conversación. Le preguntan a Gabriel por su madre, el comenta, de modo casi irónico, que sufrió un ataque al corazón. Me río y le digo que no tiene corazón por hablar así, me responde que no, que es su modo de preocuparse. Como si la solemnidad fuese algo completamente ajeno a él.
Estoy bebiendo café frío que pasamos a comprar, el me pide si puede tomar un poco y se lo doy. Al devolvérmelo le doy un sorbo y digo que le falta azúcar. Me dice que no, que el azúcar no remediará nada porque el café sabe malo, sin más.
De pronto atrás comienzan a hablar por su lado y Gabriel me dice que va a contarme una pesadilla que tuvo. Vamos atravesando una aparentemente interminable zona verde. Me dice que en su sueño iba a una posada con un hombre que conoció pero que ya está muerto. Era un hombre rubio, muy bajo. Era sencillamente un conocido pero iban juntos a una posada, casi podía imaginarme el sitio con una fachada roja y con aire claustrofóbico. Al igual que él, las demás personas en la posada eran simples conocidos o en algunos casos ni siquiera eso. La pesadilla residía ahí: una celebración con un conjunto de personas que no se importan para nada entre sí.
El mensaje de Dulce de "¿no vendrás a clase?" me despierta con un suave sensación de deja-vu.




En mi sueño suena "Hoy me dejaré" de Carlos Ann.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un sueño en el que te explican un sueño. Como ésos en los que sueñas que sueñas.

El magnetismo de las pantallas de televisión enfocadas por la cámara que reproducen su propia imagen cada vez más pequeña.

O un simple juego de espejos.

Un beso.

P.S. Me hiciste recordar cuando faltaba a clase... hace tanto.