30.11.08

.sueños. .30.11.08.

Habíamos llegado hasta un pequeño conjunto de casas, a modo de campamento, en medio de un bosque brillante y cálido. El grupo estaba formado de manera aleatoria, como si hubiésemos sido escogidos para cumplir con una misión concreta que resultaba difícil de precisar. Bajábamos del coche, Eduardo, dos chicas que me parecía conocer superficialmente de la isla y yo. En el lugar ya estaban algunos otros conocidos, aunque aún no podíamos verlos. Todo lucía demasiado tranquilo, como si lo único que se moviera fuera el viento.
Bajábamos con nuestras cosas, equipajes absurdos, y nos dirigíamos hacia nuestras habitaciones. Las casas eran pequeñas, de madera, y estaban organizadas como si fueran las orillas de un cuadrado, donde todas las puertas daban a un espacio abierto de hierba en el centro del lugar. Eran casas pequeñas. Entraba por una de las puertas y atravesaba un pasillo estrecho. Llegaba a un cuarto individual, el único de todos, con una cama enorme de sábanas coloridas, con un cuadro enorme sobre la cabecera y una ventana que ocupaba casi toda la pared de un lado. Era el cuarto de Eduardo, lo sabía, me preguntaba por qué le había tocado el único cuarto individual pero no me detenía demasiado. La ventana era también una puerta corrediza de cristal y salía por ella para entrar en otra de las cabañas. Ahí, en el cuarto en que entraba, habían tres camas grandes, eran los únicos muebles del lugar. La más grande se encontraba en una de las esquinas, colocada contra dos de las paredes que cubrían la cabecera y el lado izquierdo. Las sábanas eran rojizas. Las otras dos, un poco más pequeñas, se encontraban en las paredes restantes: una junto a una ventana grande, aunque no ocupara más que una tercera parte de la pared, y otra separada de cualquier otra cosa. Junto a la cabecera de la cama grande había una puerta que dirigía a un baño u otra habitación. Las dos camas pequeñas, una azul y otra verde, estaban perfectamente tendidas, intactas. Sin embargo yo tenía la noción de que la cama roja era la mía, y dejaba sobre ella varias prendas de ropa clara que llevaba cargando, como si acabara de lavarlas. Pero entonces me detenía mirando la cama destendida, como si pudiera ver también todos los movimientos que habían empujado las sábanas, las personas que habían dormido antes ahí. Es incómodo, dejo entonces mis cosas sobre la cama verde, que es la más lejana.
Entonces entran las dos chicas que venían en el coche junto con una mujer mayor, que aparentemente es una de las organizadoras. Vienen platicando, la mujer les dice que pueden tomar las camas que quedan libres. Pregunto si la roja no estaba ocupada y ella responde que no. La mujer permanece de pie mientras nosotras estamos sentadas sobre nuestras respectivas camas, hablando con ella, mirándola. Ella dice, de manera burlona, si todas nosotras somos novias de Eduardo. Entiendo entonces que las dos chicas que venían en el coche tienen alguna clase de relación con él, conscientes de que también la otra y quizá muchas más, sin que eso importe mayormente. Digo que yo no, quisiera agregar: ya no, pero me callo. Llega la noche y me descubro durmiendo en la cama, siento como si las casas y su orden cambiara mientras dormimos.
Escucho entonces la alarma del despertador, me despierto rápidamente y recuerdo lo que tengo que hacer. La habitación ha cambiado y ahora duermo sola. Me levanto y salgo a patio, las formas se dibujan entre sombras. Camino por una vereda de concreto entre la hierba hasta la casa vecina, donde entro gritando para que los demás se despierten. En una misma habitación están durmiendo las dos chicas y Yahir, mientras que un pequeño pasillo los separa de la habitación de Eduardo. Escucho como se despiertan, apenas, vuelvo a alzar la voz, hay cosas que tenemos qué hacer y es mi deber despertarlos. Se mueven en la cama. Una de las chicas me pide que prenda la lámpara de esferas. Levanto mi vista al techo, que de pronto me doy cuenta que es terriblemente alto, del techo cuelgan mil lámparas con formas distintas, con conceptos imposibles. Una de ellas es una especie de enredadera caída conformada por esferas de colores. Camino hacia la puerta y veo todos los interruptores, como si no pudiera enfocar bien, pero entonces se vuelven uno sólo y es el correcto. La luz que inunda el cuarto es ambarina. Estoy por irme de regreso a mi cuarto, a arreglar todo lo que sea necesario, cuando la otra chica me dice que encienda la luz de los boletos. Veo junto a la puerta una especie de pizarrón de corcho provisto de pequeñas luces. Ahí están clavados los boletos para un evento, como si estuvieran atravesados en una parrilla para pollos, girando. Enciendo su luz y todo alrededor de ellos brilla, es para que no olviden tomarlos antes de salir del cuarto. Son boletos para algún evento que llevan esperando mucho tiempo y que no quieren perderse.
Cuando salgo ya puedo ver claramente, es de noche, una noche cerrada. Una especie de alarma suave suena alrededor y sé que delata mi presencia en el patio interior. Veo que Yahir sale de otra de las casas, burlón, entonces caigo en la cuenta de que no lo vi despertar de su cama porque no estaba ahí. Entiendo que cambió la hora de todos los relojes para jugarme esa broma, como si el hechizo se rompiera todo ha vuelto a la normalidad, como si todos hubieran vuelto a dormir al descubrir, junto conmigo, el truco. No me molesto siquiera por lo que hizo, pienso en todos los relojes a los cuáles tuvo que cambiarle la hora, me doy cuenta que estoy descalza. Camina hacia mí y sin decirnos nada entramos en mi habitación.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "Monedas al aire" de Carlos Varela.

1 comentario:

Isabel Tejada Balsas dijo...

ains, la cama verde la más lejana...

sabía que te iba a gustar el relato, yo cuando lo leí me quedé ojoplática, me pareció vivir un episodio cinematográfico en la que era víctima de las famosas casualidades que casi siempre pasan de largo cuando me ven, me pareció mágico n_n
a ver si lees el de "Porque ella no me lo pidió", que tengo una dudilla así como gorda ains
¿Cómo va el pie? anda que esto también es una casualidad digna de una película asiática, anda que no :P

Besos, pero no por casualidad .^