5.10.08

.sueños atrasados. .03.10.08.

Iba a visitar a Vanessa. Sabía que no se había estado sintiendo bien y pensé que quizá necesitaría de alguien que la cuidara durante algunos días. Era como si viviera cerca de ella, apenas a algunas horas, para que la ceremoniosidad del encuentro quedara relegada a lo cotidiano. Ella vivía en una ciudad eternamente gris, como si las ventanas siempre estuvieran empañadas de humedad. Tenía mi edad y vivía con su hermana menor, apenas un par de años, quien era exactamente igual a ella sólo que con el cabello muy largo y profundamente negro.
La melancolía de Vanessa era una mezcla de depresión y gripa, parecía siempre sin ganas de moverse, mirando por las ventanas. Su departamento era pequeño y poco amueblado, con demasiada luz que lo hacía lucir demasiado blanco. Su hermana me insistía constantemente que saliéramos, que hicieramos algo, ella estaba siempre con un pie afuera, saliendo y entrando. Vanessa no decía nada. Y yo siempre declinaba las invitaciones de su hermana, advirtiéndole que había ido para cuidar a Vanessa. Pero ella insistía, siempre, como si quisiera alejarme de su hermana. Ellas apenas si se hablaban, como si no se conocieran. Finalmente tengo que declinar, mientras me encuentro en la cocina lavando algo, explicándole que no pienso salir con ella. Entonces se marcha y no vuelvo a verla.
El día que me voy Vanessa me acompaña al aeropuerto. Para llegar debemos de tomar un tren que recorre lentamente por campiñas verdes y húmedas. Somos las únicas en el vagón y vamos todo el camino abrazadas sin decir nada. Cuando llegamos a nuestro destino soy la única que se baja, ella se queda dentro y se despide de mí mientras espera que el tren vaya de regreso. En la estación ya es de noche y afuera llueve terriblemente. Alguien viene conmigo, detrás de mí, y yo arrastro mi maleta hasta la salida. Afuera hay un sólo taxi esperando pero una familia delante de mí lo toma primero. El taxista me pregunta a dónde iré y le digo que al aeropuerto y promete regresar por mí. Me detengo contra la pared, sola, mirando la noche, a esperar.
Entonces cambia el sueño.
A partir de ahí vienen imágenes confusas. Un enorme reloj rosa de pulsera que me dan para que funcione como celular. Una casa en la esquina de la de Mayra, desde donde corro por las noches para escribirle mensajes en su puerta metálica blanca, por fuera, para que ella los lea por la mañana. Un supermercado donde corro mientras me encuentro con diversos primos en el camino, algunos me jalan para que corra con ellos. Confusión y superposición de imágenes.
Eventualmente despierto.




En mi sueño suena "Nada" de Juanes.

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