13.10.08

.sueños. .13.10.08.

Los insectos se han apoderado de nuestra vieja casa. Regreso a una niñez nocturna donde todo es ajeno menos el cuarto de mis padres. Conozco las reglas, escucho sus pequeños y cientos de pies recorrer todos los sitios. En la cama duermen mi madre y mi hermana, siento el peligro escondido en todos los pequeños pliegues de las sábanas que se amontonan alrededor de sus cuerpos. No sé dónde están los demás, prometimos que no dejaríamos que eso pasara.
Voy encontrando los insectos recorriendo las paredes, debajo de la cama, con sus pequeñas corazas y su simulación de máquinas complejas son sólo metal y color. Y no podemos permitir que continuen apoderándose de todo. Tomo un martillo y trato de matarlos pero es difícil dar con ellos. Parecen no moverse, pero al punto en que estrello el martillo contra sus cuerpos da siempre en el lugar errado. Ellos siguen moviéndose sin alejarse, yo me desespero. Caminan sobre la cabecera, debajo de la cama que es enorme, se pierden.
El sueño cambia, miro a un grupo de chicos jugar beisball. Los miro como si me encontrara lejos, pero al mismo tiempo estoy cerca. Hay algo de tristeza en esa imagen lenta, como si repitieran los movimientos de un juego que es ajeno. Sin ánimos de jugar. Los conozco a todos, los estoy esperando como sin querer hacerlo. Cuando terminan comenzamos a caminar hasta que se hace de noche y el clima cálido se convierte en un frío helado. Comenzamos a subir una montaña porque deseamos acampar en la cima por la noche. Cuando trato de subir por unas piedras me doy cuenta de que no llevo zapatos puestos. El que viene detrás de mí me mira, como preguntándome dónde dejé los zapatos. Y yo le respondo pensando que los había dejado junto a la puerta, pero olvidé agarrarlos antes de salir. Mis pies sólo están cubiertos por gruesos calcetines azules que aún no dejan pasar el frío pero comienzan a mojarse por los restos de nieve. Todos continuan caminando como si no se hubieran enterado de nada, y yo me quedo sentada, pensando en qué debería hacer. Y él se queda delante de mí, simplemente mirándome.
El sueño cambia y estoy jugando cartas con Lillian en un cuarto. No hay nadie más en la casa y el juego no parece responder a ningún tipo de normas. Tampoco parece importarnos, hablamos más de lo que tiramos las cartas. Esperamos algo que todavía no llega. Entonces entra Álvaro de pronto a la habitación y nos dice que pronto nos iremos, que tomemos nuestras cosas. Lillian y yo nos ponemos de pie y vamos al cuarto de junto, encima de la cama está mi maleta abierta y desordenada por todo el cuarto está la ropa. Álvaro entra detrás de nosotras cargando la maleta de Lillian que tiene ya algunas cosas dentro pero que también está abierta y desordenada. La deja sobre la cama y se mantiene junto a la puerta. Vamos buscando nuestras cosas entre el desorden, y entonces yo trato de preguntarle algo a Lillian que no me responde. Le hablo de nuevo y es como si no me escuchara, como si mi voz fuera muda y entonces me doy cuenta de que tampoco Álvaro me escucha. Tengo la sensación de que nada en la habitación es mío, que hay algo que he perdido.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "Tú me acostumbraste" de Chavela Vargas.

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