27.10.08

.sueños atrasados. .26.10.08.

Me encuentro en una especie de balneario, hay piscinas y desniveles acuáticos por todos lados. Todo parece confinado a paredes estrechas y conductos que llevan de un lado a otro, haciendo difícil la movilidad. Hay poca luz y todo da una sensación de oxidado, viejo. Afuera debe ser de noche, lo único que nos alcanzan es la luz artificial en tonos amarillentos. Me encuentro en una esquina alejada, frente a mí distingo dos piscinas, la más cercana a mí es pequeña, y junto a ella hay otra que se extiende hasta donde no alcanzo a ver. Junto a mí una especie de túnel abierto permite llegar a un nivel superior, al tiempo que arroja agua sobre las baldosas que sobresalían al agua de las albercas. Veo a varias personas, sin reconocerlas bien, dentro del agua más como si estuvieran esperando a que si estuvieran bañándose o nadando. Algunos otros pasan, se van, suben, se alejan. Siento que fui por una razón en específico pero no puedo precisar cual. Es una especie de asilo, entre psiquiátrico y de ancianos, pero a la vez es también un retiro voluntario. Un espacio cerrado en que cualquiera puede entrar y alejarse de todo.
Se acerca Dulce a mí, siento como si hubiera interrumpido una conversación pero no hablaba con nadie. Parece alegre de verme, hablamos durante mucho tiempo, hasta que siento que las horas han pasado y tengo que irme. Decide acompañarme hasta la entrada y mientras caminamos pasamos por en medio de las dos grandes albercas. Pero antes de que pueda alejarme de ellas siento que alguien me habla, volteo y veo a una mujer que me dice si podría hablar con la niña. Volteo y la veo dentro del agua, es la única que queda ahí. Entonces sé que estuvo esperando todo el tiempo para hablar conmigo, incapaz de interrumpirme, pero ya no podía permitir que me fuera sin hablar. Me siento culpable porque ella esté ahí, sé también que no es una niña si no una anciana. Me acerco y puedo ver lo que la vida le ha hecho. Su rostro está quemado, mutilado, entre los restos de piel blanca y fuera de lugar apenas pueden adivinarse los rasgos de la cara. Su vestido blanco y su cabello extremadamente blanco, más canoso que rubio. Apenas si puede hablar, sólo se acerca a mí y me dice: ¿podrías quedarte tomando mi mano?
Pasan las horas, todo cambia, estamos en una pequeña habitación blanca, donde el único mueble es una cama exactamente de su tamaño. Ella está acostada, mirando al techo sin hablar, casi sin parpadear. Y yo no suelto su mano. Sé que la mujer está fuera de la habitación. Dejo que el tiempo pasa sintiéndome culpable sin saber por qué. Ya ha amanecido aunque ella aún no duerme cuando salgo un momento a hablar con alguien, una especie de directivo del lugar. Es apenas una conversación de minutos pero cuando vuelvo la mujer no me deja entrar al cuarto, me dice que ya ha muerto. Siento que es mi culpa haber soltado su mano cuando ella me pidió que no lo hiciera, siento que los minutos que me alejé fueron años y que de nuevo, vuelvo a ser culpable de que ella se encuentre atrapada. Ahora en la muerte.
El sueño cambia y entro a una vieja casa, una especie de casa colonial donde los cuartos se suceden uno tras otro, como si no pudieramos ver nunca el anterior o el siguiente. En medio de cada cuarto lo único que hay es una fuente que se va alzando en distintos niveles. En cada uno de estos niveles sobresale, de manera desigual, distintas estatuas de cerámica. Todas blancas, con distintas formas, en distinto orden, formando una especie de estructura caótica que apenas puede sostenerse a sí misma. Voy pasando de cuarto en cuarto, mirando las distintas figuras de cerámica burda. En algún momento levanto una y dentro de esta se encuentra una porción de tierra alzada con la misma forma que antes ocupara la estatuilla. Son tumbas, pequeñas tumbas en miles de fuentes. A veces por las ventanas de la casa puede mirarse hacia afuera la noche, acantilados, algún mar. Hay gente a mi alrededor pero yo avanzo sola. Miro la porción de tierra levantada y me pregunto como en ese pedazo de tierra podría entrar una familia. Una especie de guía que va antes que yo responde mi pregunta: cuando se tiene poco espacio entierran sólo los corazones. Seis corazones en una pequeña porción de tierra dentro de un jarrón de cerámica barata.
Continuo, miro figuras con forma de peces y pienso en que debí haber enterrado al mío. Miro otras con formas complejas, de flores, otras sin ningún sentido. Las paredes a veces cambian de color, a veces hay más luz, a veces un cuarto ya no lleva a otro y se vuelve como un laberinto. Yo venía buscándola a ella pero ahora me siento atrapada, como si debiera atravesar ese lugar más que encontrarla. Pero sin prisa, continuo avanzando de una forma en otra.
Entonces despierto.




En mi sueño suena "Escrito está" de Corcobado.

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