23.8.08

.sueños. .23.08.08.

Camino por la universidad, apresuradamente. Me detengo entonces y paso por lo que sería la cafetería de nuestra facultad, pero a diferencia se encuentra por completo cerrada, como un oscuro salón subterráneo. Las paredes grises, sin ventanas, los espacios amplios sin muebles y el piso alfombrado en azul. Al pasar me encuentro con mi profesor Alfonso platicando con los estudiantes dos generaciones menores que la mía, parece una conversación animada, sé que acaban de salir de su clase de brasileña. Ni siquiera los saludo.
Camino hasta el fondo de un largo pasillo oscuro, cuando vuelvo a salir a la luz he cambiado de escenario. Estoy en un terreno de concreto amplio, como una improvisada cancha de basquetbol sin delimitaciones. A lo lejos pueden advertirse las rejas blancas y algunos edificios lejanos y aparentemente abandonados del mismo color. El aire se siente caluroso. Junto a mí están varios compañeros y entonces me doy cuenta de la principal razón por la cuál las bardas bordean todo el conjunto irregular. Un grupo de hienas van corriendo y pasan junto a nosotros.
Uno de nosotros entonces corre entre ellas, sin dificultad, pero entonces toma a uno de los dos cachorros que se encontraban protegidos por la manada que se aleja. Sólo las hienas alrededor de él notan el hurto, al tiempo que nos advierte que comencemos a correr. Me quedo paralizada por un momento y una de las hienas se abalanza sobre mí y muerde el brazo que alzo para defenderme. Forcejeamos por un momento hasta que logro soltarme.
Corremos hacia la salida, mientras ellas van en busca del resto del grupo para perseguirnos. Una vez llegados a la puerta volteo y veo una única hiena que se adelanta al grupo y la aparto al tiempo que también alcanza a morderme un poco el brazo. Lo siento entumido y comprendo que se haya alejado todo el dolor. Cierro la puerta y subo rápidamente al carro que nos espera afuera.
Escucho el ruido de las hienas golpeando la puerta metálica, e incluso veo cómo una consigue sortear la altura de la misma y llegar a la calle. Entonces me percato que quien maneja el coche, un vocho blanco, es mi primo Andrés quien acelera rápidamente para alejarnos. Comento, casi con tristeza, que es una pena que haya tan poca seguridad y la hiena haya conseguido escapar, como si el mundo real fuese un mayor peligro para ella que viceversa. La miro, luciendo ahora más perdida que furiosa y moviéndose apenas lentamente sin atreverse a alejarse del conjunto. Nos alejamos.
Me pregunto para qué necesitaríamos una hiena pequeña. Dulce, en la parte de atrás del coche, me pide que le muestre mis heridas. Estiro mi brazo y veo las marcas de las mordidas, sin sangre y como si estuvieran ya cicatrizadas y costuradas. Ella me dice que no parece grave pero que aún así tendrían que inyectarme contra el tétanos.
Miro mi brazo cubierto de marcas, como una tela hecha de retazos. Entonces despierto.




En mi sueño suena "Me arde" de Andrés Calamaro.

1 comentario:

alegp* dijo...

recriminación, no. más bien es un "sutil" grito de ayuda....eso..cómo coño puedo ser más surrealista??? sé q está ahí pero no sé como hacer para q brote.;)